
Felicidades... o quizá debería decir gracias. En realidad, no hacía falta que dijera nada. Todo esto es un ejercicio egoísta (sabes que asi somos los humanos). Y las palabras... las palabras se las lleva el viento. Igual que toda esa cháchara que suelto para mimarte, o para pedirte que te acerques, o que no hagas eso o lo otro. Como si sirvieran de algo las palabras. Todas esas tonterías que os decimos los humanos, y que vosotros no entendéis. Es cierto, el libro de Mark Rowlands, "El Filósofo y el Lobo", me ha influenciado mucho. Me ha dejado un regusto misántropo en el paladar de la razón. Me hace pensar que los animales valéis más la pena que nosotros.

Pero tú no sabes nada de libros. Podría imaginarme que eres como Firmin, la rata sobre la que escribió Sam Savage, que sabía leer y devoraba libros y libros sin parar, y que iba al cine y se creía Fred Astaire. Te imagino soltando algún comentario sarcástico sobre mi condición de humano charlatán. Pero en verdad tú no sabes de eso, no entiendes las palabras. Tampoco sabes de que hoy cumples nueve años (en realidad fue ayer, ya ha pasado la medianoche, y ya sabes cómo son de estrictas las convenciones humanas). Ni tampoco sabes lo que es vivir, nacer, crecer o morir. Son conceptos de la mente humana... En cambio sí entiendes del cariño, de la lealtad incondicional, del imperativo del instinto, sincero, libre de máscaras, de la fuerza que fluye entre tus colmillos y tus garras, de la energía que corretea por tu sangre. Y entiendes que los ojos brillantes llenan platos y que los ladridos abren puertas. Lo que ocurre es que jamás te planteas nada de eso. Te limitas a vivir. Momento tras momento... No sabes la envidia que me das.

Claro que si no vas a entender nada y si tanto envidio yo esa sencillez de tu vida, ¿qué necesidad había de escribir todo esto? ¿qué necesidad de convertirte en interlocutora de unas palabras que no vas a entender? ¿qué necesidad de enseñarlo impúdicamente en este blog? ¿Con quién hablo si no conmigo mismo? Es cierto. Me puede mi egoísmo de humano, o de simio como dice Mark. En el fondo sigo queriendo ir más allá, pervivir antes que vivir, razonar antes que actuar, pensar antes que ser. Sigo haciendo las cosas como un humano, esperando el aplauso, la felicitación de los demás. Las palabras son máscaras y todo lo que pueda escribirte se me antoja una mezcla de pretenciosidad y ñoñería. Incluso después de publicar este post, me va a seguir quedando la duda de si debería haberlo hecho.
Lo sé, bastaba con hacer lo mismo de todos los días: jugar, acariciarte, llevarte a pasear... Vivir. Actuar. Ser. Así que será difícil, pues para el cerebro de un humano es un caramelo apetitoso el montarse imágenes y crear personajes de los seres que le rodean. Será difícil y no sé si los que lean esto acabarán de entenderlo, pero lo mejor es que dejemos que estas palabras se las lleve el viento.
Felicidades no. Gracias. Que el viento se lleve todas las palabras menos estas tres: Te quiero mucho.