Este fin de curso ha sido muy mitológico para mí en los dos talleres en los que participo. Este relato merece una explicación. Es uno de los que he escrito para el cuadernillo del Club de Lecturas Libres Leyendas del Anfiteatro / Experimentos en la Caverna. Nació de un juego que planteamos en el taller después de leer la novela de Michael Ende "Momo". La niña protagonista vive en un anfiteatro, en el que su gran amigo Gigi hace las veces de cicerone ante los grupos de turístas. Lo curioso es que Gigi cada vez se inventa una leyenda nueva, y es cuando está cerca de Momo cuando más se inspira. Bajo el influjo de Momo y a la manera de Gigi, teníamos que contar nuestra versión de la historia del anfiteatro. Aquí os dejo la mía, espero que os guste:

Cuenta la leyenda que el origen de este anfiteatro que hoy contemplan ustedes está en un dios (o diosa pues las crónicas son confusas en este punto) de la Antigua Grecia, que se llamaba Momo. Resulta que a Momo le encantaban las bromas y los chistes y le chiflaba burlarse de los demás dioses. Eran tan conocidas las chanzas de Momo que hasta había una palabra para ellas: bromomos. Así, cuando un diosecillo menor sufría uno de estos bromomos en público, se celebraba la ocurrencia con carcajadas por parte del corrillo divino que se congregaba en los bosques, o en las orillas de los ríos o en las tabernas del Párnaso. Siempre para resignación de la víctima que agachaba la cabeza ante la mofa general, pero que acababa olvidándolo todo con los buenos vasos de vino que Momo y sus amigos tomaban hasta altas horas de la noche.
Eso ocurría con los dioses de menor abolengo y con las criaturas de arrestos sencillos como los sátiros o las ninfas. Con los gerifaltes del Olimpo ya era otra historia, pues la mayoría era gente muy emperifollada, ya se sabe como son los capitostes. A Hefesto el más feo y encorvado de todos los dioses siempre lo saludaba Momo con la misma coletilla: “Hola Hefesto, cara de tiesto” espetaba ante la cólera del dios. Un día Momo le cambió su martillo forjador de armas por un martillo de plástico, lo que provocó la derrota de los griegos en una batalla de la guerra de Troya. Y es que de la forja sólo salieron pelotas de goma, antifaces de broma y caramelos. Al menos las tropas pudieron celebrar una fiesta de vuelta en casa.