jueves, 16 de abril de 2009

Las Crónicas de Canilius - I Parte: El Guerrero, la Espada y el Diablo

Afortunado eres lector, que vas a oír estas hazañas de un auténtico guerrero, de un grande del reino, que sobrevive a cienes de romances y batallas. Y afortunado este quien os habla, pues me ha sido encomendada la tarea de relatarlas, siendo como soy, poco más que un humilde cronista, un testigo anónimo de su gloria. Aguza bien el oído, querido lector, pues a pesar de lo luengas que puedan resultarte en principio, pronto conocerás la alabanza y el elogio de las que es digno este sin par caballero. Oye, oye con goce el susurro de su prodigiosa voz:

– Paquito, me llevan pitando los oídos por tó el camino. ¿Quién será er que está hablando de mí? Seguro que me está criticando. Como lo coja, lo voy a dejá hesho una zampoña…



Así reza pues la primera parte de la historia de este magnánimo guerrero:

Por los agrestes páramos de Gadirania, en las tierras que una vez conquistó el magnánimo elfo Sarsettós, allí donde antaño habitaron los rapaces enanos cífenis hasta que fueron masacrados por las lóbregas hordas del emperador oscuro, cerca del río Irudefrontis, en cuyo curso habita la raza acuática de los sahagines, taimados rateros que atacan los barcos que transportan el oro del rey de Ciccania, su majestad Constantín I, cerca del bosque Silvimarino donde se cuenta que la súcubo Zarinia enamoró a un ejército y luego los devoró uno a uno, por esas tierras ahora desérticas, antes fértiles y fructíferas, donde florecían las mandrágoras, las frutas del vino y las flores del éter, caminaban Canilius, el contumaz, guerrero diestro y de garbosa estampa, con su pequeño amigo el hobbit Paquitt Bolsa.

Al llegar cerca de una ciclópea roca de contundente y voluminosa arquitectura, capricho de la naturaleza, el contumaz se sienta, apoyadas las espaldas en el peñasco, y se dispone a abrir sus labios y pronunciar palabras gallardas y vigorosas, palabras también misteriosas como sólo pueden ser las de un guerrero de su estirpe y rango, palabras que quedarán grabadas en el aire, perforados oráculos que un día el viento silbara a otros peregrinos, reprimendas a los torpes y alelados que se atrevan a cruzar estos parajes:

– Joé, Paquito por aquí no hay ná, quillo. ¿Onde me has traío picha? Aquí hay más telerañah que en la cartera de tu pare. Yo me voy a echá aquí un rato en la piera esta. Ah, qué sed tengo, tengo la boca más seca que una mojama de esparto.
– Anda Cani, no te quejes más. El río ese tiene que estar por aquí… Ahí te puedes hartá de agua…
– Yo a ese río no voy má… Como la úrtima vé, que me salió del agua un bicho de esoh. Un cagajín… ¿no era? Cagajín, er que me giñé vivo fui yo.
– Ere un cagueta, Cani. Y no es cagajín sino sahagin.
– Illo, Paquito, y la piera ésta qué rara eh no. Que tiene como unas aletas por aquí. ¿Y esto qué son? ¿granoh? Iraaaa, este de aquí está blandito. A lo mejó hay agua, ¿Habrá argún tesoro escondío aquí, quillo? Yo voy a pincharlo con mi chori de Albacete maqueá, a vé qué pasa. A vé si hay un tesoro o una quiniela de quinse y me quito de trabajá…
– Espada, Cani, es una espada de albacinio, del orfebre Maqueas. Y pa quitarte de trabajá tendrás que empezar primero…
– Bueno… Lo mismo eh…

Después de pronunciar tan conspicuas palabras, Canilius el contumaz desenvaina su poderosa espada, forjada en las mejores fraguas del reino de Ciccania, y hunde con elegante afán el vértice en la arcana roca. Pero no consigue verter el preciado maná, sino un líquido glauco, espeso como la lava del volcán Boreguél. Entonces las cavernosas profundidades de la tierra emiten un grito y en una terrible convulsión telúrica, algo parece moverse. Es la piedra sobre la que reposaban las anchurosas y escalenas espaldas de Canilius. Pronto se despeja a la vista del valiente que los perfiles de lo que creía roca configuran la enhiesta figura del demonio Ifrit, el espíritu que atenaza a los viajeros por estas tierras desoladas. Al contemplar la terrible y desgarbada pose del diablo, sus cuernos arabescos, su melena de haces de fuego, el contumaz sólo puede pronunciar una palabra, insólita y sustanciosa, como sólo puede corresponder a unos danzarines labios que parecen acariciar el viento, como sólo puede corresponder al ancestral tañido de su voz, sólo una palabra:

– Coñoooo…
– Corre Cani, que ése eh Ifrit, que como nos coja nos va a poner finoh.

Pero Canilius sabe que las huidas no corresponden a los guerreros de su linaje, que en todo caso sirven para los débiles y pícaros hobbits, pero no para un luchador de su alcurnia, que ha sobrevivido a cienes de batallas. Ya se lleva la mano a la vaina pero entonces advierte que la espada permanece clavada en el lomo del diablo que tiene frente a sí. Diablo de las penumbrosas profundidades, maldito y haragán, que se arranca la espada y la parte en dos. Pero Canilius es gallardo y de súbito vienen a su garganta palabras de las musas, palabras que pronuncia con liviano acento.

– Eje, toro, eje…

Pero ya es tarde Ifrit ya ha abierto sus grutescas fauces, dientes que han visto sólo desdichados y pendencieros que sufrieron torturas equivalentes a los pecados que cometieron en vida. Y por esas fauces, como un volcán viviente, sale una vehemente llamarada de fuego, infernal saliva de lava dirigida hacia el contumaz. Pero Canilius es también agreste y prevenido y ya le muestra la espalda, ya empina sus cuartos traseros en grácil carrera por los páramos. Después de una fiera persecución, logra evadirse del pérfido ser y ocultarse en una cueva cercana. Sin embargo, muy a pesar de todos sus valientes esfuerzos, el contumaz Canilius no logra impedir que Ifrit vierta volcánicas flemas sobre sus partes posteriores.

– Joé me ha chamuscao er cabrón. Me ha puesto er culo más negro que er sobaco de un grillo keniata. ¡Paquito…! ¿ónde te has metido?

...
... 

2ª PARTE

Imagen de la portada: Ifrit, Final Fantasy V, por Yoshitaka Amano
Imágenes:

5 comentarios:

Equilibrista dijo...

Notas a Las Crónicas de Canilius:

Como estaba la cosa un poco seria últimamente, he decidido rescatar del olvido esta vetusta crónica que se encontraba en un arcano rincón de mi archivo. En origen iba a ser un requerimiento a modo de divertimento para el Gremio de las Letras Libertas.

Sepan vuesas mercedes que en los diálogos de este relato, la h al final de algunas palabras refiere a la ‘s’ aspirada propia del andaluz. Por ejemplo eh = es, pieh = pies, tomateh = tomates, et caetera. Otros rasgos propios del dialecto de este inmemorial guerrero y de su alfeñique vasallo, son la terminación en –ao por –ado (chamuscao = chamuscado), o las r finales que desaparecen siendo sustituidas por vocal tónica (a vé = a ver)

Válganme Gandalf el blanco, el sagrado Aslan y los elfos inmortales. Espero que disfruten con las grescas frikilibrescas del insigne Canilius.

Pedro Estudillo dijo...

Ya te comentaré algo cuando pueda parar de reír.
Quillo, ehto eh pa matarsse, ¿aonde lo teníah guardao, joe?
Espero más, más, más....

Noelplebeyo dijo...

Ke jartá a reir...este es un relato poco serio...sin duda...que continue

P Vázquez "ORIENTADOR" dijo...

Er Cani ehte zeguro queh der Cai.

Raquelilla dijo...

Dio míooo, menos mal que lo has rescatao, y que yá me puedo montar en el tren de tus relatos, porque no me hubiera perdonado perderme esta saga, jajajaja, mientras leía y me acercaba a cada diálogo del personaje me iba entrando la carcajá, imaginándome lo que íbas a escribir, y sorprendes pa mucho mejón, ese tío ha tenío que sé vesino mío, porque su bahtinaso de asento caletero lo delata...de puertatierra pafuera, segurito.
Voy veloz a por la segunda parte...
Ra

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