Cuando Sakura
se subió en el cerezo
llovieron flores
Un haiku es la belleza de lo sencillo, de lo espontáneo. Un haiku es un chispazo, una imagen fotografiada por nuestra retina y revelada en verso.
En los salones manga se hace un concurso para quien se anime a escribir tres versos de 5, 7 y 5 sílabas. Yo he participado en varias ocasiones, y siempre suelo tirarme un rato intentando comprimir en 17 sílabas toda la retórica posible: retorcer significados, buscar la metáfora ingeniosa, la imagen sorprendente. Defecto de serie occidental supongo. ¿Resultado en premios? Nulo.
Hace dos semanas, en el salón manga de Jerez, hubo de nuevo concurso de haikus. Los premios: un libro de haikus Palabras de luz de Onitsura, la novela El Marino que perdió la gracia al mar de Yukio Mishima, una muñeca japonesa hecha de papel con un bonito kimono, y un vale descuento en la suscripción a Adec Japan, la asociación que organiza el concurso... Y de nuevo participé. Para variar decidí ser espontáneo. Y es que siempre preparo muchísimo todo lo que hago. Por ejemplo, las palabras que digo tienen que estar super-procesadas antes de pronunciarlas. No es que sea parco en palabras, es que dejo salir a muy poquitas. Así que cogí la papeleta y puse lo primero que me cayó a la mente. Lo primero que se me ocurrió, dicho sin zarandajas poéticas. Estaba cansado y sin ganas de pensar. "A ver... esto mismo -me dije- Una cosa sencilla... igual así cae la breva... no, no puede ser... me ha salido en dos minutos, los he hecho mejores... bueno, no lo pienso más... entrego la papeleta"
La espontaneidad y la sencillez son cosas útiles para los haikus... y para vivir. Nos quitan de muchas pajas mentales y muchos lastres para comunicarnos. Es una lección interesante... Llegó la hora del fallo del jurado, espontáneamente y sencillamente me fui al stand de Adec-Japan a ver el tablón con los premiados...
¡Y resulta que gané!