viernes, 19 de junio de 2009

A ras de agua

Si todo va bien

Brindaré una copa de rocío por el fin de nuestro pasado
Sacaré del pozo del olvido las caricias de las orillas, la risa de los peces y los sapos
No lloraré más por ti…
No quiero más la lluvia salobre de tus lágrimas


Mi piel de olas serenas no volverá a ser magullada por tu escorrentía
No fluiré por tus cauces empedrados que lapidan a la risa
No volveré a saber más de ti
Ni de tus guijarros viejos que buscan, tercos, arroyos nuevos

Me quedaré a ras de agua

Para el cuadernillo de la Escuela de Letras Libres' 2009 "Aguarrás, El Color Escondido de las Cosas".

viernes, 12 de junio de 2009

Soy una rama de un árbol

Soy una rama que un día los hombres o el tiempo arrancaron de un árbol. Un sol ebrio y hostil me deseca en la tierra, me va vaciando de savia. Ese mismo al que los dioses llamaron faro y que hace tiempo dejé de seguir. Y ya no sé si soy rama, astilla o cenizas. Semilla o cáscara, hombre o pieza de carne.

Soy pensamientos flotando en la marea torpe e infame de los sueños y los desvelos, a la deriva hacia el lugar donde naufragan las crónicas perdidas, las memorias robadas, las hazañas que nadie narró o que todos olvidamos.

Soy un pálpito, un goteo lento y sostenido dentro de una caverna, que mana del aliento gélido y abrasador del vacío.
Y ya no sé si sale de dentro…
No sé si viene de fuera…

Soy el resultado de una azarosa ecuación, la combinación caprichosa y aleatoria de unos dígitos. O quizás, una voz arrancada del bullicio mudo de las profundidades. O simplemente, la consecuencia de una serie de causas y efectos, un segmento con un punto final nebuloso pero inevitable por la misma inercia del punto de origen.

Soy el que, una noche, por escapar de los ojos acechantes del abismo, se ocultó en un refugio de piel, de miradas aferradas y palabras dichas en silencio.
Y en sus paredes supuraba la vida
Y en sus paredes respiraba la muerte


Con ese instante construí una fortaleza, y aunque el tiempo lanzó flechas de fuego, seguí buscando el rastro de los besos vírgenes, sus cenizas en el aire.

Yo quise saber lo que era e intenté ser alguna cosa: un hombre, una vida, una meta que alcanzar, una fantasía. Aunque al final quizá sea lo mismo que quienes nunca se pararon siquiera a pensarlo.

Soy lo que queda debajo de todas las pieles de serpiente mudadas que dejé atrás, restos que ahora son imágenes volubles, recuerdos efímeros, jirones de materia. Quizás soy s
ólo un baile frenético de células al son de una partitura escrita un día en un par de segundos. ¿Son parte de mí los recuerdos que quedaron impregnados en la memoria de otros seres? ¿Lo son las semillas que algún día plantaré en los humedales de la vida y que crecerán bajo otras formas?

¿Soy ese rostro del espejo?, ¿el tacto de mi piel?, ¿estas palabras y sonidos?, ¿esos ojos cansados?, ¿esa tímida sonrisa? ¿Y aquella risa infantil de columpio de un parque, el placer de no sentir el suelo bajo los zapatos? ¿Soy esta mirada fría de hoy, que disecciona cada segundo, cada momento? ¿Aquellas charlas de corrillo, guarecido de la noche por la compañía de otros?

Quizás yo soy todo eso. Quizás yo no soy nada.

Pero al menos puedo oír este ruido.

Y soy.


...

(Para el cuadernillo de la Escuela de Letras Libres' 2008 "Raspas de Pez")

Imágenes
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domingo, 7 de junio de 2009

Delante del espejo

Son las siete de la mañana y un vendaval de luz repentino despierta a Alicia. Es su hermana que ha abierto la ventana del cuarto. Se acerca a Alicia, le zarandea el hombro y le dice que vaya a lavarse y vestirse. Alicia desearía quedarse en la cama hasta las doce, pero tiene que desayunar antes de que llegue su institutriz. Mientras su hermana cepilla entre tirones su pelo rizado y moreno, que ella preferiría llevar enmarañado, Alicia piensa en su institutriz. Piensa en su cara de serpiente y su trasero de mono, y en cómo empezará a darle aburridas clases de matemáticas, lengua e historia de Inglaterra. Ella preferiría estar jugando con su gato imaginando que es un león de circo que salta por su aro de la comba de fuego, o revolcándose en la arena del jardín soñando que atraviesa el África. Durante el desayuno, Alicia contempla a su padre, un hombre que vivía detrás de un periódico, y le oye mascullar algo sobre un tal Gladstone que iba a llevar a no sabía ella qué tragedia a su país; y a su madre, que se pasaba el día en el salón cuchicheando con señoras gordas, estiradas y aburridas. No entendía como se habían puesto a gritar como locas aquel día cuando Alicia fue a enseñarle algunos bichitos que había encontrado en sus aventuras por el desván: cucarachas y graciosos ratoncitos. Cuando termina de desayunar, es hora de sus clases. Mientras su institutriz la agarra por la mano camino del bosque, donde recibirá su lección de historia, Alicia empieza a mirarse su vestido azul. Odia los colorines estridentes. Preferiría llevar algún traje negro con volantes blancos y medias a rayas negras y rojas, o ir desnuda con un turbante como los indios que había visto en los libros. Pasado un rato de lección, Alicia decide que no va a aguantar al siguiente Eduardo rey de Inglaterra, pues ya iban siete u ocho, y se escapa sigilosamente dejando atrás a la cara de serpiente que seguía con su cantinela. Empieza a pasear por el bosque y de pronto algo atrapa su atención. Algo se mueve cerca de ella entre unos matorrales. De pronto, una curiosa figura, un pequeño conejo blanco vestido de traje sale corriendo. Parece tener mucha prisa y Alicia lo persigue durante un buen rato. Así, llegan hasta un claro, y el conejo se mete a toda prisa en un agujero en la tierra. Alicia mira la oscura madriguera y se pregunta qué misterios esconderá ese lugar...


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