Las coplas de carnaval son como las serpentinas. Son lanzadas con ímpetu (y con pillería), bailan en el aire y van a caer al suelo apoderándose de todas las calles durante los días de carnaval. Luego, el día después de la fiesta, el olvido viene pasando su escoba por Cádiz, hasta que el año que viene vuelva el carnaval cargado con una bolsa nueva. Eso sí, la memoria siempre recoge algo y se guarda en un cajoncito unas cuántas letras. La resaca pos-carnavalesca es para el aficionado más jartible (el que todavía está digiriendo las letras, incluyo-me-también) el caldo idóneo para la reflexión.
Las coplas serpentinas discurren por una línea ondulante girando alrededor del mismo eje, el que marca el compás de caja y bombo, pero siempre van a caer a un sitio distinto. En el carnaval cabe todo, dicen. La línea que describe la pluma carnavalesca se cruza unas veces con la crónica cotidiana, a la manera de trovadores modernos, lo que confiere al carnaval un carácter efímero; y otras veces con la literatura, dándole un cariz más intemporal, carcajada o vellos-de-punta mediante. Muchas veces se le coloca al coplero autor de carnaval el título de poeta o artista. El pasado miércoles en la charla sobre Carnaval que tuvimos en la Escuela de Letras Libres, mi amigo Moi recitó un pasodoble de Juan Carlos Aragón sobre la muerte (vídeo de abajo) y que bien puede calificarse como poesía:
Lo mismo podría decirse de esta letra de Paco Alba, de los años 60…
Sin embargo, en líneas generales, el lenguaje coplero del carnaval siempre ha sido más directo, menos enrevesado que el poético. El registro, más coloquial que culto. Destinadas a un público popular, las letras se han caracterizado siempre por su sencillez (que no simpleza) y se valora en ellas el “pellizco”, la emoción que provocan, y la gracia, la inteligencia en el uso de la ironía y el doble sentido. Esto no es óbice para que de vez en cuando aparezcan algunos letristas que gusten de jugar con el lenguaje. Entonces, ¿poesía o no? A muchos autores no les gusta la etiqueta de poeta, consideran la copla de carnaval una cosa distinta a la poesía. Podríamos a partir de aquí entrar en la controversia entre cultura culta y cultura popular. Cabría preguntarse si colocar la etiqueta de cultura popular, arte popular, o poesía popular, en la solapa del carnaval. Pero mejor dejémonos de masoquismos polémicos que estamos en resaca de la fiesta. Convengamos que el carnaval nos lega letras como las de Juan Carlos, pero también otras tan deliciosamente sencillas e intensas como ésta del Noly:
4 comentarios:
great week
Yo no veo polémica...es el quejido de la calle, y ese hablar adquiere los tonos de cultura, arte, poesía según el caso.
Saludos
Creo que tu futuro incluye ser cronista de carnavales. Te auguro un brillante porvenir en esta faceta.
José María
Pues sí que eres jartible!
El miércoles me quedé con las ganas de escuchar el "poema" sobre la muerte que leyó Moi; gracias por la aportación.
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