La puerta del balcón que daba a la cocina tenía el cierre flojo y se abría con facilidad. La vieja veía la televisión cuando el viento la abrió. A la mujer le entró frío, se levantó y fue renqueando a la cocina. Entonces vio un pequeño gato negro sentado en el suelo, olisqueando hacia la mesa donde había un frasco con sardinas. Empezó a mirarla con ojos tristes y brillantes, pero ella cogió la escoba y dio varios palos que el gato esquivó hasta huir por la puerta del balcón. Malhumorada la vieja cerró la puerta y colocó sobre ella una silla para que no se volviera a abrir. Era de noche.
El viento soplaba más violento aún. Apagó la televisión y fue a buscar una bata a su cuarto. En ese momento llamaron al timbre. Fue hacia la puerta de la casa dejando una sarta de improperios por el pasillo. Abrió la mirilla pero no vio a nadie detrás. Farfullando más barbaridades, vio que la luz de la cocina estaba encendida. Allí, encontró otra vez al gato mirándola con ojos tristes y brillantes. La puerta del balcón abierta. Bullendo de ira, la vieja cogió las sardinas, tomó una con los dedos y se guardó el frasco en la bata. Mientras miraba al gato fijamente, se comió la sardina relamiéndose y con el aceite chorreándole por las manos. El gato siguió allí impasible mirándola con ojos tristes y brillantes. Entonces la vieja cogió la escoba y dijo: “¿Quieres sardinas? ¡Pues toma!” Y a la par que lo decía, empezó a dar escobazos, decidida a acabar con la vida del animal. La persecución por toda la casa provocó un caos de jarrones rotos, cortinas desgarradas, sillas volcadas. De vuelta en la cocina, el gato se lanzó sobre la vieja y le arañó en la cara. Volvió al suelo y se salió por la puerta del balcón. La mujer ensangrentada y con el pelo blanco revuelto entró en cólera.
El balcón comunicaba con la azotea del edificio por unas escaleras exteriores. Llovía y el viento parecía rugir. La mujer llegó hasta arriba y empezó a buscar al gato entre las sombras. Creyó haberle perdido, pero se acordó del frasco de sardinas que llevaba en el bolsillo. Lo abrió, sacó una y dijo: “Ven gatito, ven”. Entonces oyó unos pasos detrás de sí. Ya lo tenía en sus manos. Pensaba darle la sardina y aprovechar para cogerlo por el cuello hasta estrangularlo. Se dio la vuelta, pero la imagen que vio ante sí la aterrorizó. Un grito se ahogó en su garganta. Una bestia de orejas puntiagudas y enormes mandíbulas se abalanzaba sobre ella, la atacó con sus garras y sus dentelladas y la hizo caer por el pretil, edificio abajo.
La policía encontró el cuerpo de la vieja yaciendo en mitad de la calle. A su lado un grupo de pequeños gatos negros comían plácidamente las sardinas del frasco roto.
El viento soplaba más violento aún. Apagó la televisión y fue a buscar una bata a su cuarto. En ese momento llamaron al timbre. Fue hacia la puerta de la casa dejando una sarta de improperios por el pasillo. Abrió la mirilla pero no vio a nadie detrás. Farfullando más barbaridades, vio que la luz de la cocina estaba encendida. Allí, encontró otra vez al gato mirándola con ojos tristes y brillantes. La puerta del balcón abierta. Bullendo de ira, la vieja cogió las sardinas, tomó una con los dedos y se guardó el frasco en la bata. Mientras miraba al gato fijamente, se comió la sardina relamiéndose y con el aceite chorreándole por las manos. El gato siguió allí impasible mirándola con ojos tristes y brillantes. Entonces la vieja cogió la escoba y dijo: “¿Quieres sardinas? ¡Pues toma!” Y a la par que lo decía, empezó a dar escobazos, decidida a acabar con la vida del animal. La persecución por toda la casa provocó un caos de jarrones rotos, cortinas desgarradas, sillas volcadas. De vuelta en la cocina, el gato se lanzó sobre la vieja y le arañó en la cara. Volvió al suelo y se salió por la puerta del balcón. La mujer ensangrentada y con el pelo blanco revuelto entró en cólera.
El balcón comunicaba con la azotea del edificio por unas escaleras exteriores. Llovía y el viento parecía rugir. La mujer llegó hasta arriba y empezó a buscar al gato entre las sombras. Creyó haberle perdido, pero se acordó del frasco de sardinas que llevaba en el bolsillo. Lo abrió, sacó una y dijo: “Ven gatito, ven”. Entonces oyó unos pasos detrás de sí. Ya lo tenía en sus manos. Pensaba darle la sardina y aprovechar para cogerlo por el cuello hasta estrangularlo. Se dio la vuelta, pero la imagen que vio ante sí la aterrorizó. Un grito se ahogó en su garganta. Una bestia de orejas puntiagudas y enormes mandíbulas se abalanzaba sobre ella, la atacó con sus garras y sus dentelladas y la hizo caer por el pretil, edificio abajo.
La policía encontró el cuerpo de la vieja yaciendo en mitad de la calle. A su lado un grupo de pequeños gatos negros comían plácidamente las sardinas del frasco roto.
10 comentarios:
Me ha parecido un relato muy bueno en su género. menos mal que no me gustan las sardinas.....
Joder...con el gatito...jejejeje
cuidadin,cuidadin con las mascotas y otros animalillos de compañía, que si no se les trata bien, pueden comerte viva¡¡
jejejeje
besotes
Qué miedo...Eso que sirva de lección para todos, para que no maltratemos a los animalitos. Yo siempre he tenido muchos gatos, así que me solidarizo con ellos, y tengo muchos "huéspedes" a los que les echamos las sobras y algo de pienso.
Simpático relato. ¿Ya estás asistiendo a talleres de la UCA o es de un anterior taller?
me parece lógico. con las cosas de comer no se juega
Bufff, mantiene el suspense hasta el final...!
Menos mal que hace cosa de un mes me desprendí de mi gato.
Un abrazo.
Pues yo soy el gato y me voy al sindicato gatuno, hago una manifestación frente a la casa de la vieja y antes de que finalice propongo una reunión para descuartizarla, meter sus dedos y su boca en el bote de sardinas y dejarla allí hasta la eternidad mientras su espíritu estuviera condendado a ir de tejado en tejado.
Ea, ya no quiero nada con la vieja esa.
Buena lección, no nos comportamos así solo con los gatos ni con las sardinas.
Loli.
Jolín, lo leo minuto antes de irme a la cama y ahora me pregunto cómo leches me levanto yo ahora de este sofá y subo esa escalera tan larga y tan sola...
Muy buen relato, bien mantenido el suspense hasta el final.
Un beso.
Esto parece un partido entre los que se posicionan por la vieja o por el gato xDDD
GS: menos mal, menos mal... :)
Anatxu: o cuidadín con las viejas xD
Rafiky: y por tu blog sé que les tienes mucho cariño. El relato es de un taller anterior al de Nieves donde te conocí. Unos meses antes hubo otro taller en la Uni de iniciación a la escritura creativa. Este año no sé nada, ahora voy a mirar.
Noel: tú lo has dicho, sabía que te pondrías del lado gatuno :)
Cornelivs: nunca se sabe :S Gracias por leerlo, otro abrazo
Loli: como ya te he dicho, tu comentario es un relato.
Carmen: tu buen espíritu te protege, no? bueno, nunca se sabe dónde puede salir un gato... o una vieja... xS
Resultado: Gato 4 - Vieja 3, como yo voto por el gato pues 5-3 ;)
Hola pequeño amigo;lastima que no estes en los blog que sigues.Estuve alejada por esas cosas de la vida.GRACIAS.por venir a visitarme GRACIAS.Hoy solo eso GRACIAS.Besitos-
Gracias a ti por pasarte por mi casa. Siempre bienvenida amiga, ya lo sabes ;)
Rafiky, de momento en la UCA de talleres nada de nada. "Caja de Arena" lo escribí en el segundo taller de Nieves. Cuando puedas échale un ojo (de buey ;)
PD: me ha salido "bilis" como palabra de verificación xDDD claro tanto halloween y tanta historia de mieo xD
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