viernes, 8 de mayo de 2009

Las Crónicas de Canilius - II Parte: La Ciudad Vetusta y Bulliciosa

Habíamos dejado en la Primera Parte de estas arcanas crónicas a nuestro ilustre guerrero el contumaz Canilius en una épica afrenta con el terrible diablo Ifrit. Cuando al fin logra escapar de tan demoníaca alimaña, el contumaz se debate en carrera por los páramos en búsqueda de su inseparable compañero el pávido hobbit Paquitt…


– ¡Paquito…! ¿ónde te has metido?
– Aquí estoy Cani. Uf, qué mal trago… Tu sabrá que a Kunta se lo cargó el bicho ese.
– Bueno, a mí es que me ha pillao en mal momento, lo llego a cogé en otra hora y lo dejo hecho un pinchito moruno.
– Ya, ya. Menoh rolloh Cani. A vé como salimoh ahora de aquí.
– Espérate Paquito, ¿por aquí no estaba la parada del autobúh, del número cuatro?
– ¿Qué autobúh? ¿Qué dice Cani?
– Bueno er cacharro ese, tú me entiende…

No podría estar más acertado el valeroso guerrero. En efecto, los sinuosos laberintos de la gruta les llevan hasta el Canarán, el vehículo que recientemente ha dispuesto el bravo rey Constantín I, ese ingenio que recibe su nombre de las aves amarillas gigantes que lo jalan, esa anchurosa caravana que transporta a mercachifles y campesinos, a perdidos y olvidadizos hacia la capital del reino, la ciudad de Vegalá. Pronto van a subir a él los dos guerreros, y el contumaz da muestras de su vasta generosidad, cuando habla así al cobarde Paquitt:

– Paquito, paga tú que yo no llevo suelto.
– No, si tú nunca lleva, Cani. Ni suelto ni junto…

Cuán digno de alabanza el guerrero que se mezcla entre la estofa más baja. Ya lo hace ya se sube al Canarán, ya los pájaros mueven sus delgados miembros, ya abren sus dulces alas, ya se apartan las vastas puertas de la estación, y al fin la caravana abandona el subterráneo para conquistar el cielo. Poco a poco van asomando los vetustos, lustrosos y escultóricos edificios de Vegalá, sus bellas fuentes, el hormigueo de sus mercados, sus esculturas que harían arder de envidia a Fidias o a Praxíteles. Al fin llegan los dos jóvenes a la ciudad y se bajan del Canarán. Allí los dos viajeros se dirigen al mercado Zapla, el lugar más concurrido de la ciudad, donde se dan cita la obscenidad, la charlatanería, la codicia y la mentira, los aldeanos rumiantes, los comerciantes ladinos, los mercaderes rapaces, el porte bravucón de los guerreros, los mentones airados de la servidumbre palaciega, la belleza de amazona de las doncellas. Allí el valiente guerrero da muestras de su agudeza al observar las diferentes clases. Por ejemplo, cuando ve pasar a una encopetada elfa, de dulce nariz y estirado mentón, de caderas de laúd que tocan una lujuriosa canción al viento, de pies que rocían de diamantes el suelo que pisan:

– Joé, no le cabe ná a la elfa esa. Mira, mira cómo mueve lo que mueve.
– Cani, quita, que esa es la hija del duque Trobún, fiel siervo del rey. Además dicen que practica la hechicería, que es capaz de invocar a Bahamut, el rey de los dragones. Que lo de Ifrit no ha sido ná al lao de lo que te pueden hacer esta gente.
– Anda, anda… Esa suspira por mis pieh, en cuanto yo me ponga enfrente y diga: Aquí está er tío… Ah, vamo, iba a sé la primera…
– Cani, que las del “Fauno Pepinero” no cuentan… Esas se echan encima de to el que tenga media moneda de oro… Mira como te dejaron a ti…
– Tieso, Paquito, dilo hijo, tieso…

O también al ver a Ropaquís, legendario guerrero, domador de minotauros, de capa escarlata y cota estrellada:

– Ira, er carajote, que va andando que parece un palomo embuchao. Te quiere ir ya. Anda que como te coja te iba tú a enterar.
– Cani, que ese tío sabe usar el hechizo de fulgor de nivel doce y el de hielo de nivel dieciocho. Que como te coja él a ti, te va crujir, pero bien crujío.
– Ja, hechizo de hielo, el hielo de ése me los echo en er cubata. Me va echá cohone a mí.

O al departir sobre la mercancía, con un rapaz mercader:

– ¿Cómo? ¿tres mir quinientas monedas por una mierda escudo de paja? Tú quien te cree que soy yo… Borja Thyssen? Que me la quiera clavá tú a mí, vamoh… Que me quiere dejá el ojete como la bandera de Japón? ¿Y esta poción curativa? ¿7500?!! No tengo yo que matá muchos orcos pa podé pagarte a ti esto. Y luego si estuviera buena, pero qué asco, si esto lo hace tú con Primperan y pirriaque der malo, que me lo han dicho a mí. Vamo hombre, ahí te queda…
Sin darle tiempo a respirar el aire de los mejunjes del mercado, a escuchar la desfachada pedantería de los elfos de los paseos o la rudeza de los enanos viejos en las tabernas, un sobresalto acongoja a la ciudad, una explosión ha derrumbado la muralla a unos metros del mercado, una cetrina corneta invade el aire, le siguen el rugir de los caballos, el gemido de los pájaros de fuego. Es la guerra.
...
...

3ª PARTE

Imágenes: Final Fantasy II, IX y XI (Square-Enix), Rogue Galaxy (Level 5, Sony)

2 comentarios:

Pedro Estudillo dijo...

Deivi, un consejo: por tu madre no dejes este filón y sigue escribiendo, sigue y sigue, que de aquí sale un peazo novelón que se jiña la perra, te lo digo yo.
Y que conste que lo digo totalmente en serio.

Raquelilla dijo...

jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajjjajaajajaajaajajajajajaajajajajjajajajajajajajajajajajaja
er bujero del serete como la bandera de Japón...
jajajajajajjaajjaajajajajajajajajajajajajaja
una mezcla de primperán y pirriaque,puajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja
no e shulo er cani, jajaja
sigue, por favó, David, sigueeeeejajajajajajjajajaja

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