jueves, 4 de febrero de 2010

El cadáver de la abuela (continuación)

La tarde en que la abuela murió mi socio y yo habíamos bajado al pueblo a ver si alguien soltaba prenda del caso. En sus últimos momentos la mujer debió estar a gusto. Le encantaba la fruta confitada. Cogía una de las muchas latas en conserva que tenía y empezaba a zampar sin parar. Engullía como un gorrino. Y claro, a su edad, eso no debe ser bueno. Cuando llegamos mi socio y yo, no pudimos hacer nada. Nos la encontramos inmóvil y con la boca chorreando. Había cinco o seis latas vacías tiradas por el suelo.

Venancio dijo que buscáramos en la casa, que tenía que haber papeles de la vieja. Si tenía hijos, y nos hacíamos pasar por ellos ante el notario, quizás podríamos cobrar una buena herencia. O a lo mejor era una de esas locas que viven como un pobre y tienen escondido todo el dinero. Pero no encontramos nada. Ni papeles, ni joyas ocultas, ni siquiera el canto de un real.

– Fulgencio, está mujer está seca. Más vale que nos olvidemos de herencias. Desde luego, no sé como se nos ha podido pasar esa idea por la cabeza, viendo esta pocilga. Seguro que era
una loca. Así que decide, o la sacamos de aquí, o yo me voy porque hasta las ratas están haciendo las maletas.
– Cállate, hombre – dije – no te pongas drástico. Además, no la podemos tirar ahí, como si fuera el “agua va”. Mira en el desván de abajo que igual hay una carretilla vieja o algo. Vamos al monte por la noche, cuando no haya pastores ni nadie del pueblo por allí.

Pero Venancio no encontró ninguna carretilla, así que no hubo más remedio que dejarla caer en el suelo e ir empujándola y haciéndola rodar, mal que bien, vuelta a vuelta por todo el pasillo. Pobre abuela. Claro que ella no se quejaba. En la escalera, Venancio se puso arriba empujando y yo abajo sosteniendo el cuerpo.

– Desde luego, no sé como te empeñas en hacer esto.

Hacia la mitad, a Venancio le flaquearon las piernas y me dejó todo el peso. Si no me llego a apartar en el último instante, me habrían caído los cien kilos de muerto encima. Dios mío. El cadáver rodó a toda velocidad por la escalera como un barril enorme, formando un gran estruendo al golpear en la pared de enfrente.

– ¡Qué has hecho idiota! Por poco me matas. ¡Cómo habrá quedado la pobre mujer! Tú te crees que así podemos darle sepultura.
– ¡Tú tienes la culpa! Habría sido mejor arrojarla por la ventana. ¡Qué más da, si está muerta! Además, ni que fuera a parar a un panteón.

Cuando vi de nuevo el cuerpo, no pude más que santiguarme cien veces, ante la contorsión tan retorcida que había tomado. Pero cuando lo remolcamos, algo nos llamó la atención. La caída había roto una tabla del suelo que estaba floja y se levantaba fácilmente. Debajo había una caja de hierro, grande y con adornos muy retorcidos, cerrada con cerrojo. Entonces, me acordé: ¡la llave de la mesilla! Ante nuestras narices se presentaron una cantidad de billetes mayor de la que habíamos visto en toda nuestra vida de rateros. ¡Eso sí que era un buen botín! Todos aquellos pueblerinos estaban chantajeando a la mujer para quedarse la herencia. Mucho más tarde supimos que era la hija única, soltera y un poco tarada, de un antiguo cacique que había espichado de tisis y antes de morir, había dejado el dinero y las tierras a su niña, Venancio dijo que dejáramos allí el cuerpo y la casa, cogiéramos el botín y nos fuéramos cuanto antes a Francia, o a Suiza. Me negué. No podía irme sin enterrarla. Eso no se le puede hacer a una persona cristiana. Porque uno será ladrón pero es decente. 

(Fin)

Imágenes: La novia muerte fue fotografiada por Graciela Iturbide http://alkek.library.txstate.edu/swwc/wg/exhibits/Iturbide/index.html y aparece también en el blog “Sobrenatoral, Una Recopilación de Tradiciones Orales”, http://sobrenatoral.blogspot.com/2009/11/boda-negra.html La llave es una fotografía de Antonio Más, www.antoniomas.com

12 comentarios:

Cuenticiente dijo...

¡Trepidante!, de principio a fin. Quizás lo hubiera retorcido todo más todavía... y es que la idea de una anciana tan rara, el caserón... da para mucho. Muy bueno.

Antonio Fassa dijo...

Muy bueno, esto fue un ejercicio de taller que dio mucho de si...

Pedro Estudillo dijo...

El final no podía ser otro. Aunque como dice Chari, esta historia podía haber dado todo lo que tú quisieras.

Buen trabajo, y gracias por no hacernos esperar mucho.

Equilibrista dijo...

Perdonad si a alguno no os ha gustado del todo la resolución del conflicto. Ahora que veo esta historia con distancia desde cuando la escribí, creo que tenéis razón, puede dar mucho más de sí. Lo tomaré en cuenta... Quizá haga un nuevo capítulo...

Gracias por comentar!

Ernesto Laguna dijo...

Ha merecido la pena, la intriga lo vale... con más elementos, mejor quedaría. ¡A ver si te animas! Gracias por compartir.

Carmen dijo...

Yo que escribo fandangos, no tengo potestad para pedirte extensión, pero sinceramente me hubiese gustado seguir leyendo, aunque no me gustan los "seguirá", espero que un día lo sustituyas por el "fin".

La historia tetriquísima, como a mí me gusta, jeje. Besos.

Equilibrista dijo...

Carmen, sí que tienes potestad, te la dan tus fandangos tan bien escritos... y sí, tienes razón en que se queda corto...

ahora preferiría ponerme con un relato diferente, pero igual algún día hago esta historia más completa...

gracias por vuestras críticas tan constructivas!!!

mjtrafalgar dijo...

final???esto todavía puede tener más hilo...sigue tirando de los personajes...Ya sabes hay tantas dimensiones que la abuela nos mira desde la suya..¿no?. fita

María Dolores dijo...

lo he leído detenidamente David y puede que hace algún tiempo no hubiese apreciado tu relato en su valía. Ahora voy conociendo una forma de escribir, más concisa y adaptada a nuestro tiempo y me gusta. Con respecto al final en cierta manera apoyo lo que dicen los compañeros, pero a mí personalmente me parece un tijeretazo (como dice mi profe) de categoría.


Felicidades y espero que si entráis en mi casa cuando pasen unos años, al menos me coja muerta.

Es un placer leerte.

Loli.

La Gata Coqueta dijo...

Por lo pronto hay algo bueno a favor de uno de ellos... ser ladrón no impide darle sepultura a la abuela.

Un abrazo de amistad.

Marí

Ricardo Mena dijo...

Buenas, caco!

Caí por aquí, y no voy a poner nada sonbre el final, porque veo que ya te lo han dicho.
Subrayo algo que me arrancó una carcajada:

"hasta las ratas están haciendo las maletas"

No sé si es invención tuya, o sea un dicho popular de este país, pero me encantó.

Relatos forever!

Raquelilla dijo...

Estoy de acuerdo con trafalgar, yo también veo carnada para seguir el cuento, cuando te animes piénsatelo, te estaré leyendo de cerca.
Ra

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