Un hombre andaba por un campo en las afueras de la ciudad. Antes de volver a casa se encontró con dos caminos que llevaban al mismo punto y se dio cuenta de que ambos eran buenos para regresar a casa. Uno era más largo y daba un rodeo pero el hombre tenía la intuición de que ese era el camino que debía tomar, pues sentía que encontraría cosas interesantes de contemplar y sensaciones agradables. El otro era más directo y más corto y en él vio a lo lejos a un viejo conocido que pasaba por allí. No era alguien de quien esperara gran conversación, pero necesitaba sentirse acompañado y sintió que quizá estaba equivocado en su intuición y la compañía del conocido era realmente interesante y con el encuentro la relación progresaría. El hombre decidió tomar el camino corto, pese a que se sentía destinado o programado a tomar el largo. Pero ocurrió que tardó demasiado pensándolo y su conocido caminaba demasiado deprisa, así que no le dio tiempo a alcanzarle. En su vuelta a casa, el hombre se sintió doblemente frustrado pues sentía que había perdido la posibilidad de progresar en la relación con su conocido y además no había tomado el camino que sentía en su “programa” interior. Determinó que la próxima vez que caminara por aquel campo tomaría el camino largo, pero en el fondo sabía que para la vez siguiente ni él sería el mismo ni el camino tampoco.
viernes, 13 de enero de 2012
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4 comentarios:
que le hubiese dao un grito...
También es verdad jajajajaja desde luego, nada como un buen: quilloooooooooooooooooooooooooooooo
Esta vez me lo he leído con un sabor de boca, cómo decirlo... agridulce, sí. Los dos caminos, y hablando de su "programa"... qué inquietante todo. Efectivamente, volver allí significaría haber perdido esa oportunidad de oro.
Me gusta que en un camino tan corto haya la posibilidad de progresar en una relación, parece una exageración pero es real como la vida misma, ¿no?
Lo de "progresar en la relación" es cierto que suena exagerado, en realidad la intención del protagonista es "conocer mejor a". La palabra "programa" tampoco me acaba de encajar. A mí también me desconcierta el relato después de haberlo escrito, me deja ese sabor agridulce.
A todo esto, la historia me pasó a mí de verdad, sólo que de forma mucho más "prosaica": el campo no era como el de la foto, sino un pequeño descampado que hay cuatro calles más allá de mi casa. A la anécdota se me ocurrió darle un tono de parábola. No suelo escribir así pero me apetecía probar.
Y el conocido era un gato que merodea por allí y que suelo ver mucho cuando voy con mi madre a pasear nuestra perra Cane. Me parecía que cambiarlo por "el viejo conocido" daría más profundidad al texto y más que pensar. ¿O quizá dejar al gato hubiera hecho que el relato fuera más interesante?
Esto me han dicho en facebook: "En verdad los gatos son buenos compañeros de viaje y de caminar. Iluminan el camino con su luz felina. . . y son unos viejos y entrañables amigos. . ."
Pa pensarlo :/
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