sábado, 26 de enero de 2013

Regalo de Baltasar: De la Atlántida del Monte de los Borregos al Laberinto de Creta del Pilar

Saludos señoras, señores, niñas y niños. Como siempre yo soy el tercero. El que ordenó nuestros nombres me puso a mí en el número 3, vaya usted a saber por qué. Soy el Rey Mago Baltasar e igual que mis compañeros, le he regalado a David, a Equilibrista, la posibilidad de entregarse a sus recuerdos. Se podría decir que le he concedido un deseo que hace tiempo deseaba cumplir.

Este deseo, este regalo, le llevará (y os llevará si así lo queréis) por varios mundos. Mundos que huelen a viruta de lápiz alpino, a cuaderno Rubio, a churretón de chocolate de bollycao, a leche, a césped y a fresas, a colonia Nenuco, a palomitas, a monopatines y a ruedas de coche de juguete... Y también saben, saben a muchas cosas más: a utopía, a sueño, a chispazos, a imaginación, a miedo, a futuro y a fantasía. Yo sé que Equilibrista espera con ganas que disfrutéis y os deleitéis con ello y va a hacer lo posible para poner la historia en vuestros corazones. La historia está a sólo un salto de camello a la cuerda...

¿Os habéis preguntado alguna vez cuál fue la primera palabra que escribísteis? (y no vale la A, porque la aprendimos como letra, no como preposición). Yo no podría estar seguro al 100% pero conservo cuadernos de primero de EGB, cuando empezaba a aprender a leer en la Atlántida en lo alto de un monte, el Monte de los Borregos. Colegio Público Atlántida, en el monte chiclanero de Borreguitos, allí subía y bajaba un día y otro a la entrada y a la salida. Una especie de Sísifo (no puedo resistir la comparación con el mito) que acabó sintiéndose a gusto, una vez superados los miedos de los primeros días. Pero mi naranjazo mitológico vendría mucho después, ya en la universidad. En mi cabeza flotan instantáneas de la época preescolar: plastilina, plastidecores, una chica con una mancha marrón en el dedo, el portero que me llevaba a casa cuando me ponía malo, imágenes fugaces de las maestras, las paredes llenas de dibujos en la parte de preescolar, separada del colegio principal, el de los niños grandes. Allí llegaria con 6 años, un poquito más tarde, a estrenar esos cuadernos que veis en la primera foto de este post (y en las fotos dentro de la foto salgo yo, en alguna con más o menos esa edad) y en la segunda el cuaderno abierto por un 26 de enero, tal día como hoy, junto con el mítico Micho: Moreno, Canelo y Michín eran los tres gatos protagonistas... Bonitos recuerdos de aquel libro rojo de los gatetes con los que uno aprendía a leer >^o^<

Los cuadernos están llenos de aquellos primeros ejercicios: copia de frases, primeras operaciones sencillas estilo cuaderno Rubio con el lápiz Staedtler del 2. Siempre sin salirse de los cuadritos ni del margen. Hay quien cuestionaría este método, que hay que dejar más libertad a los niños que sean libres en folios en blanco. Quizá así seríamos menos cuadriculados, o no tendríamos que desaprender tanto a la hora de ser más creativos. Como en esos dibujos que espolvorean de color mis cuadernos, hechos con aquella mítica caja de lápices Alpino de 12 colores. Cecilio cierra la cesta de cerezas (de estrellas leo sin querer)... El cielo está azul (¿y por qué no verde?)... pero perro farola moro morro torero caro carro duro sirena chorizo oruga El loro marea... Supongo que debíamos esta aprendiendo la erre ¿ere? en aquella clase del 26 de enero de 1990, igual que en otras páginas las decenas, sumas y restas, sílabas, po pi pa pu pe, ma me mi mo mu... Siempre con guirnaldas de colores y dibujitos abajo del todo. Me pregunto si no seré un dibujante frustrado. Sigo amasando esta memoria tierna: El gitano guisa en la oguera. Gil ve el águila que gira. ¿Qué hacían Mina, Toni y Moncho? Hacían su cohete espacial... Seguramente para lanzarse a la aventura de aprender a vivir... Llegarían más cuentas, más dictados, más letras y más ciencias, las naturales me apasionaban... Pasarían los años haciendo tareas por las tardes en esta misma mesa sobre la que reposa mi portátil hoy

Después llegarían los Animales Rockeros Héroes y Ninja, mis primeras aventuras escritas, de las que ya os hablé las dos semanas pasadas. Unas historias moldeadas por aquellas tardes de merienda de bollycao, phoskitos, bocatas, batidos, colacao y sobre todo dibujos animados. Ay los dibujos. De hecho, no sé si hice aquellos cuentos para jugar y desarrollar las aventuras de mi cabeza o para desahogar mis frustraciones de mal dibujante. Recuerdo que mi amigo Jaime dibujaba muy bien y yo quería imitarle haciendo algo parecido. Elegí escribir, pero mis aventuras tenían mucho dibujo. Y en eso sigo, aunque le pienso volver a abrir la puerta al dibujo. Mucho dibujo y también mucho de cómic aprendido de nuestro amado Mortadelo (nuestro de Jaime y mío) que leíamos juntos igual que otros personajes de Ibáñez durante mañanas y tardes. Digo esto porque mi amor por lo visual está claro en el siguiente recuerdo: los resúmenes de El Pirata Garrapata, obra del gran Juan Muñoz Martín, que junto con Fray Perico (y su borrico, y en la guerra) embarcarían mi imaginación en aquellos años. Antes que Dahl y sus brujas y gigantes bonachones o Goscinny con Sempé y su Pequeño Nicolás, o con Uderzo y su Astérix, vendrían los personajes de Juan Muñoz, en una época prendada de romances y fantasías. Era la mítica colección naranja de El Barco de Vapor, que a tantos niños ha hecho soñar. Me gusta mucho volver a las páginas de este que fue mi primer trabajo de clase de los gordos, y aparte de sonreír con las palabras, sonrío con los dibujos ribeteados por espléndidos rotuladores Carioca. Si me diera alguna vez por hacerme teórico literario, me llevaría este trabajo para presentarlo en la carpeta con el currículum. Anda que no.

Recuerdo también con mucho cariño la obra En Viriviví, aventuras en un pueblo de lo más pintoresco, imaginado por Consuelo Armijo. Ese libro me lo regalaron en uno de mis cumpleaños que celebraba con amig@s del cole y algunos vecinos. Tardes de batido, pan bimbo con chorizo, queso, jamón cocido, mortadela (era menos de salchichón), batidos en aquellos vasos con asa roja que regalaba Yoplait y que todavía sobreviven (blanqueados por los lavados) en la cocina de mi casa. De juegos al Quién es quién, al Tozudo, al cocodrilo Sacamuelas, a la NES con su pistola incorporada, al escondite... Y millones de risas. No recuerdo haberme reído tanto como en mis cumpleaños o en los de mi hermana que nació poco después de aquel 26 de enero de 1990, el 27 de junio. Poco después del fin de curso, como en el que me dieron las notas de 6º de EGB. Me daba vergüenza ponerlas abiertas, están con un estuche de lápices y reglas que me regalaron en mi comunión (y un kinder schoko bon, a falta del más mítico huevo kinder). Recuerdo que por esta época en clases hacíamos competiciones por ver quién hacía la frase más larga en la clase de lengua. Los contrincantes éramos Francis, un compi de clase con el que tenía cierta rivalidad a medias entre futbolística (de afición porque yo era un patata jugando y él un atleta, lo que pasó es que me cambié del madrid al barça, al betis y al atleti y me decía chaquetero) y académica, y yo. Juntando y arrejuntando subordinadas, coordinadas y yuxtapuestas, hacíamos auténticos relatos de una sóla frase superultramegaenrevesados sin punto y las comas justas, en las que nos jugábamos el tipo aguantando la respiración al leerlas en clase. No voy a hacer paralelismos viriles, aunque ya se acercaba la pubertad, pero básicamente era ver quién la tenía -la frase- más larga. Ríete tú de Saramago. La profe de lengua era Rosa, siempre sonriente y divertida (tenía también su carácter, pero desde luego pasaron a la historia los gritos y cosquis de otros maestros de años anteriores a los alumnos más rebeldes -reflexión kitkat: rebelde y poco aplicado, diferencia? de dónde viene la rebeldía? frustraciones? no me voy a poner a analizar el sistema educativo, más que nada porque no soy quién, pero ahí lo dejo-). Presenciaba con ternura nuestra competición, el resto de la clase más bien con indiferencia ante aquellos dos marcianos. Creo que la mas inteligente era Nani, otra compi de clase que también hacía frases largas, pero se decantó por la estética y hacerlas bonitas y con sentido y no por pavonearse como nosotros dos. Si de competiciones anda el juego, también hicimos un concurso de aprenderse las tablas de multiplicar, en el que ganamos Nani, Ayende y yo, si no recuerdo mal, y el pobre Francis se fue frustrado. Hoy pienso que es un poco locura esa idea de concurso y quizá me habría comportado de otra forma, pero bueno, conservo con buen recuerdo el estuche que me llevé.

Siempre tuve mis complejos, por ser gordito sobre todo (aquellos martirios de la clase de gimnasia) y por ser empollón (los compañeros siempre iban a buscarme para "dejarles" la tarea), y a veces me sentí solo. Pero recuerdo mi infancia con muchas más alegrías y tristezas. Las espinitas se sacaban con juegos y con la amistad de unos pocos buenos amigos de verdad. Me llama la atención hoy que ¿Era un día normal?, un cuento escrito con 13 años en 8º de E.G.B. tenga un aire tan triste y sobre todo un final muy dramático. Me da la sensación de que estaba empezado a experimentar con "la marcha". También con un concurso que hubo en 6º y 7º, que organizaba la ONCE para escolares en grupo. En la primera edición había que hacer un periódico y en la segunda una obra de teatro. El primer año creo que hice alguna noticia de clase (primeros devaneos con el periodismo?), y el segundo hice el guión, pero se me fue mucho la pinza porque metí un tren y no sé qué más historias que dificultarían mucho el atrezzo (normal que hiciera crítica el profe de gimnasia que supervisaba la participación, "Quién ha escrito esto?" lo recuerdo diciendo, en aquel momento con un glubs de miedo en la garganta, hoy con ternura). Los dibujos y los cómics me habían hecho mucho daño. O eso, o es que iba para cineasta. En fin, en ninguno de los dos años ganó mi grupo, pero tuve suerte y terminé el séptimo curso ganando una de las bicis que sorteaban entre todos los participantes. Recuerdo que fue en feria y me viene a la cabeza con ternura la felicidad de aquel día y la foto en el diario de Cádiz, ed. Chiclana, con Rosa, la directora Antonia y el director de la ONCE Chiclana. ¿Demasiiada suerte para un mal guionista? Sin duda, pero yo era más feliz que una perdiz con un lapiriz... Jo, esto me recuerda a un ejercicio que hicimos en clase de cambiarle letras a las canciones, pero eso lo contaré en otro post que este párrafo ya se está alargando mucho...

El Gamba, el Chivo, el Chimenea eran algunos de los motes que ponían los chavales a los profes. Qué guasita, qué gamberretes. Cierto que algunos "atlantes" eran sumamente capullines y ponían de los nervios a sus académicos. También es verdad que entre los profes había de todo: algunos eran amables y siempre llevaban una sonrisa, otros tenían sus días y otros, pa qué vamos a decir que no, también tenían su guasa. Yo quizá por ser aplicado o poco rebelde, no me llevé ningún pescozón. Alguna que otra reprimenda sí, sobre todo me acuerdo un día que no encontraba la tarea porque tenía desordenada la carpeta de recambios. ¡Pero si yo lo tenía! Como dice mi amigo Felipe: desorden ordenado. Pero mis recuerdos son básicamente felices, en aquel patio, en aquellas gradas de escalones gigantes, el pabellón jugando al fútbol cuando nos dejaba el de gimnasia (vale, educación física), en el patio jugando al burro, al esconder... De ello daría muestra en un relato sobre mi infancia en el cole. Creo que lo escribí en 6º o 7º, y me lo pidió la dire en aquel momento era mi profe de preescolar, Antonia. No consigo dar con ese relato, conservo algunas tareas, apuntes y trabajos de la época, pero no doy con él. Creo recordar que lo escribí para el concurso de escritura para escolares "García Gutiérrez". Participé sin éxito un par de veces, pero fue una buena experiencia. Jaime sí se llevó un premio en la categoría de cómic y recuerdo que fui con él y su madre a recogerlo a Los Ángeles, no la ciudad americana de las pelis y el E3, sino una actigua discoteca, convertida en sala de eventos chiclanoides. Jaime se mofó diciendo que la que había ganado era la hija del jurado. Malvadeces infantilillas. Recuerdo que se leían los ganadores y que la presentación de uno de los trabajos ganadores, con un ribeteado por todos los márgenes, me llamó la atención. Pero bueno, lo que cuenta es el contenido, no?

Cuánto dan de sí, los hilos de Ariadna. Y todavía no llego ni a la mitad. Como alguien lea esto se va a acordar de mí a base de bien. Y lo que se enredan esos hilos en las vueltas de la vida. Hoy una buena amiga, Ra como monitora de Lecturas Libres, fue jurado en la más reciente edición del premio García Gutiérrez, y editó un cuadernillo con los relatos de los chavales. Fui con ella, con Juan Pablo, Maribel y otros colegas de Lecturas Libres y Letras Libres, a la entrega de premios, colaboré leyendo un manifiesto por la literatura infantil y pude ver la lectura dramatizada que hicieron las chicas de Teatrín, bastante más dinámica y simpática que la lectura sobria en Los Ángeles (la verdad es que en la comparación mis relatos de entonces salen perdiendo, pero en ilusión no había quien me ganara jiji.) Esto me hace pensar en que he tenido mis devaneos con la literatura infantil, sería bonito publicar alguna vez un relato ilustrado en forma de cuento (Vadur Diver?). Igual se lo propongo a Carlos Laínez o algunos de mis conocidos que dibujan, sería una buena forma de cerrar el círculo y abrir otro. O quizá me anime y haga yo también los dibujos, no sé, no sé. Otro hilo enrevesado es que ahora conozco a otra maestra Rosa, que no me dio clase, pero la encontré en la Asociación de Personas Lectoras, es vecina mía y a veces le cuido a sus gatas Mia... y Misi recién incorporada a la familia. Ella me habla a veces de métodos alternativos, a los que yo recibí, métodos que dan más alas a la libertad y la creatividad, y menos a las cuadrículas. Curiosas coincidencias casuales... La Rosa de Atlántida también vive por mi zona, aunque hace tiempo que no la veo. Creo que de mayor sólo la he visto una vez, con bastante vergüencita por mi parte. ¿Cómo reaccionará si ve mis trabajos en Letras Libres y demás? Mmm, igual le paso algunos cuadernillos, también sería un bonito círculo... Recuerdo con cariño cuando fuimos Francis, Nani, Mari Carmen, Juana Mari, Ayende, yo y quizá algun@ más del 8º C a regalarle a Rosa un ramo de rosas y una placa. La profe se había cambiado de cole en 7º y le queríamos hacer una muestra de cariño. Fue por sorpresa en su cole nuevo, Tierno Galván, que curiosalidadmente está muy cerca de donde ahora vivo. Recuerdo también una aventura de un sábado por la mañana de ir a ver a la maestra Dori, para entregarle ese trabajo de la ONCE. También recuerdo con cariño ir el año pasado a ver a Don Francisco en el Cole Atlántida un fin de curso. Ays, cuantas cosas... Recuerdo las ferias del libro, comprando algunas novelas de Verne en edición juvenil... Recuerdo las mates, las naturales, la lengua, las sociales, aquellos primeros escarceos con la literatura en forma de cuentos en clase... Recuerdo la hermosa excursión de fin de curso en 8º, que daría relieve a mis fantasías... Recuerdo con cariño el cole Atlántida...

Pero va siendo hora de cambiar de escenario, de ir ahora al García Gutiérrez, mi instituto, con nombre de un poeta del que es necesario que le dedique un post completo otro día. No fue fácil el cambio, primero porque me volví bastante hipocondríaco con una cosilla que me pasó, y que con el tiempo vi que no tenía ninguna importancia. Tendrían que ayudarme a verlo mi familia, Don Miguel mi pediatra de toda la vida (un recuerdo para él, gran hombre, allá donde esté) y la hija de éste, Almudena, que me ayudó muchísimo a superar mis tocs y mis fobias. Pero eso fue más adelante. La otra dificultad del instituto fue que una graciosilla años mayor que yo se dedicaba a hacerme la puñeta y acabé un poco traumatizado y me costaba acercarme a la gente. La escritura tardaría en volver, pero estaba ahí latente. Los profes y el ambiente del instituto no ayudaron demasiado a la creatividad y yo me sentía bastante cohibido. Las tareas tenían mucho de académicas y poco de creativas. Recuerdo algunas excepciones, como un ejercicio en clase de lengua en el que había que anotar la publicidad que había en una serie o película; la simpatía de un profe de Geografía, que cuando nos portábamos maldecía en yugoslavo; o lo entrañable de Lutgarda la profe de Dibujo Técnico. Por lo demás transcurrían las clases entre frases de latín, experimentos en el laboratorio, educación física (¬¬) disciplinada y aburrida, ejercicios de mates, recurrentes diálogos en las clases de inglés... Las notas iban a peor y llegaron mis primeros cates, pero bueno conseguía recuperar todo en junio. Quizá influye la edad del pavo, o que yo no cuajaba y no acababa de hacer amigos, pero no tengo demasiados buenos recuerdos del instituto. Sí que entre esa maraña confusa y sufrida, encontré a unos pocos chavales y chavalas que conocí, con los que luego he seguido hablando. Lo de seguido es un decir, porque en aquella época hablaba poco, lo que me ganó el ser ojo de las críticas y bromas. Pero en fin, uno va madurando y viendo las cosas con otro objetivo y piensa que el aprendizaje siempre está ahí y que las espinas van saliendo.

Para refugiarme, vivía yo mi momento videojuegos - sexo pajillero - series anime, así que hubo una época que escribía más bien... nada. Pero luego en el tema frikismo, guardo un montón de apuntes con notas de mis jugadas y mis estrategias. Guardo también algún pequeño fanfic e historias inspiradas en estos universos de ficcion. De ello hablaré dentro de poco... Y sobre el tema sexo, también para desahogar (ejem), escribí un par de historias guarrindongas, que también son un ejercicio de imaginación (probablemente con complemento pajillil, ejem, ejm). Ay, ese descubrimiento del sexo, sin duda otra aventura, demasiado mal vista por conciencias retrógadas, para lo bonita y lo natural que es. Lo que sí que recuerdo de esta época son lecturas que me impactaron: Tiempo de Silencio, de Luis Martín Santos, me hizo querer ser innovador y jugar a estirar el narrador; Mi familia y otros animales, me la leí aunque no la terminé en un sprint final los días antes del examen, me aburrió a ratos por lo larga pero me abrió la mente a otros géneros y a que se podía conectar la literatura con mi amada naturaleza; La Celestina: recuerdo mi madre diciendo entre sonrisas: Ese libro te han mandao, uy, uy, es muy picante... es curioso porque mi madre no ha leído muchos libros, ese, Los Ríos de Color Púrpura, durante su embarazo, no me suena verlo leyendo mucho más; The secret Diary of Adrian Mole, libro de inglés con las diatribas escolares, amorsas, sexuales de los adolescentes; El Lazarillo de Tormes, que me llamó la atención por la picaresca y del que fui a ver una obra de teatro por la noche en 2º de BUP (cosa rara), camuflándome entre la indiferencia de mis compis; San Manuel Bueno Mártir, Tres Sombreros de Copa... La verdad es que no era yo nada bueno con los exámenes de literatura, con los dichosos comentarios de texto. Nada que ver con aquellos resúmenes del Pirata Garrapata. Era todo muy analítico, dar cuenta de los recursos estilísticos, del tipo narrador y los personajes, el contenido quedaba para la tercera parte y con la mayor objetividad posible... Pero en fin, como aprendí después: la literatura es otra cosa...

Volvamos a mis escritos. A lo largo de este posts, estaréis viendo algunas de ellos que tengo guardados. Hay una hoja con apuntes sueltos escritos un verano, el de 2º o 3º de BUP creo. Recuerdo estar frustrado por no conseguir algo bueno, algo que me pareciera de calidad de verdad, y por no tener ganas de seguir. Hoy los veo con otros ojos y les encuentro cositas interesantes, no en la forma pero sí en el contenido. Pero en esta época, yo era más reflexivo que poeta o narrador, me dio por la filosofía y la política en mis textos. Guardo un boceto sobre una distopia económica (que empieza Día Primero de la Gran Crisis), que salvando las distancias no sé si tomármelo como premonitorio. Hay otro algo posterior reflexionando sobre las elecciones y el atentado del 11M en Madrid, escrito el mismo día de las elecciones. Por otro lado, le daba vueltas a la idea de un mundo perdido, distópico, en el que se diera lo peor de la sociedad. Coqueteaba también con la ciencia ficción, me impactó sobremanera la lectura de 1984 (cuando el programa Gran Hermano empezaba a ponerse de moda). Hay un boceto sobre Linger un chico que vive con su padre y se enfrenta a la amenaza de la cercanía de la supernova. Momentos de crisis al fin y al cabo. En el terreno filosófico, tengo montones de papeles con reflexiones que me suscitaban las clases de filosofía de COU. Se las tengo que agradecer a Juan Bosco, gran profe que me enseñó a pensar por mí mismo (y también a Paco Lucas en 3º). Existencialismo, teoría del conocimiento y sobre todo teoría moral. Me obsesionaba la idea de si el hombre podía ser malo por naturaleza o si por el contrario llevaba la bondad en los genes. Kant, Nietzsche, Platón, Aristóteles, Hume, Sartre y Descartes (la gran duda) paseaban por mi imaginario. Conservo también un texto llamado Génesis, donde llevo una larga reflexión sobre Dios y los hombres, una cuestión que me amartillaba la cabeza y el corazón, en mi clara transición al laicismo, dejando atrás las clases de Religión del padre Emilio, a las que me apuntaba más por tradición familiar, que por realmente plantearme lo que quería. Valoro, eso sí, mucho esas clases, el padre Emilio tiene mucho de filósofo.

Todo esto cristalizaría en Edenia, lo que llamé una novela total. En mi cabeza estaba la idea de hacer una novela grande, que abarcara todo. Pensaba que eso era el gran proyecto del escritor, a lo que debía aspirara para ser lo máximo. Probé con varias ideas, pero en Edenia tenía intención al menos de llevarlo a cabo. Debía tener prisa, porque coqueteaba con la idea del premio nóbel (¿quién no lo ha hecho en la adolescencia?) y la fama (ídem, ídem). La lectura de la Utopía de Tomas Moro y la lección sobre Rosseau fueron las referencias. Edenia como digo, era un proyecto de novela en la que yo quería meterlo todo, tratar todos esos temas políticos, filosóficos y sociales que me rondaban por la cabeza. Conservo un listado de todo lo que quería meter, os pondré algunos ejemplos: genética, clones, seamana santa, religión, el crítico, el dudoso, momentos en la vida, recato, metáfora hispánica del siglo XXI, Apolo y Dionisos, Miedo y Justicia, El Criticón, el escritor, la orignalidad, capitalismo y socialismo, el viejo sabio, la excusa, el perdón, el templo, la selva, el huérfano, el vitalista, la existencia, la tele, amor y sexo... Creo que queda claro... La historia tenía como punto de partida a un personaje periodista (Dimas, Larry según la versión) en una sociedad futurista un tanto distópica, que viaja a la isla de Edenia donde viven los seres humanos en comunión con la naturaleza y sin desarrollo industrial. Una utopía. Creo que se cerraba (o se abría) también un círculo, que yo en sese momento desconocía. ¿No es el nombre de mi colegio, Atlántida (esa ciudad circular), el de la utopía platónica? Casualidades, coincidencias... están ahí.

Como dije arriba, me encontraba en mi peor momento, en el que me más preocupaba por todo, me sentía más acomplejado, solo y necesitado de ayuda. Mirando atrás, me sorprendo de todo lo que he cambiado. Aunque algunas heridas sigan ahí, he progresado mucho hacia la felicidad. Por aquel entonces, 3º, COU, seguía en mi laberinto de Creta del Pilar (barriada el pilar donde viví hasta los 18), aquel que de pequeño me había dado tantas aventuras, pero que de más mayor me parecía un lugar en el que estaba perdido con la amenaza del minotauro y del que no podía salir (laberinto, por cierto, circular de nuevo). Me sentía mal por no tener amigos, por sentirme solo en el instituto y no salir, y me desahogaba con mis aficiones a los videojuegos y con los escritos. Si de filosofía tengo un montón, de reflexiones personales, ya son el ciento y la madre. Sería duro llamarlos basura mental porque son parte de mí, hay cosas muy interesantes ahí. Si bien ahora me embarrullarían la cabeza, porque quiero pensar con más claridad y sencillez. Eso sí, seguro que me valdrían para limpiar los restos de las heridas que aún me quedan por limpiar. La hipocondria me atacó de nuevo en COU, taquicardias, dolores psicosomáticos, pensamientos destructivos, ansiedad, melancolía. Mis padres me llevaron a D. Miguel, que me recomendó ir a la consulta de su hija, Almudena. Nunca dejaré de estarle agradecido por todo lo que me ayudó. Salí de mi trastorno obsesivo compulsivo (toc) de tocar madera cada cinco segundos, quité toneladas de hierro al asunto de la hipocondria y empecé a desenvolverme un poquito mejor con la gente. Todavía me costaría muchísimo hacer amigos, pero gracias a aquellas visitas conseguí empeza a liberarme. Fueron los primeros peldaños, los primeros ladrillos de la casa que tengo hecha ahora. Guardo con cariño dos cuadernos de la época, uno de apuntes literarios y frikis y otro el de la "clase" de Psicología con Almudena. En él están 10 reglas para afrontar la ansiedad que son como mis diez mandamientos y pautas para la reestructuración cognitiva. También hay un texto un tanto críptico sobre un niño y su abuelo, otro sobre un hipocondríaco Hipólito Conde Rías que le hizo mucha gracia a Almudena por lo imaginativo que le parecí, la redacción de mi día perfecto, citas y frases ingeniosas con las que Almudena me mostró que podía ser un tipo más chistoso de lo que me creía. Miro el cauderno con las rayitas que indicaban las veces que tocaba madera, los apuntes de traumas que le contaría a Almudena, las frases dramáticas para superar la hipocondria en las terapias, las sesiones de relajación que siempre se interrumpían por algún ruido como si yo tuviera un gafe, los apuntes literarios y cómicos, y sonrío. Empezaba el comienzo de la recuperación con saltos atrás y adelante, pero sin parar.

Tiempo de Silencio, leído en COU, fue, distancias aparte, el caldo de cultivo y referencia para el estilo innovador que yo pretendía usar en esta época: algo que se saliese por la tangente, que fuera distinto a todo. Desde luego era ambicioso, no me quería conformar con lo que me daban. Nunca he querido, no sé si por necesidad de llamar la atención, o de aprobación o por qué, pero siempre he querido diferenciarme en mi estilo de los demás. Tengo por aquí algunos escritos existencialistas: uno sobre un desarrapado tirado en la calle, al que visita una niña, y que resulta ser una especie de pensador o filósofo caído en desgracia. Otra especie de autoproclama que incide en que en nuestra sociedad todos son copias (Copias, copias, esta idea me obsesionaba también). Me autocoloqué el pseudónimo de The Dark Character, El Personaje Oscuro, TDC en siglas (inglés y siglas molaba más). En mi época edaddelpavista, solitaria y centrada en mí mismo, era una forma de sobreponerme, de desfogar, de ser el personaje que quería ser, el héroe, aunque lo revistiera de marginalidad, goticismo y oscuridad.  Era un personaje que quería meter también en alguna novela, Edenia por ejemplo. Fui evolucionando a IA Maldades, una broma con unso compañeros del tuto, y luego al astronauta funambulista, que sería el preludio de Equilibrista como ya conté en el especial de noviembre.

Terminaría el instituto y llegaría a la facultad que tampoco puedo decir que fuera aquel qué tiempo tan feliz del cole. Todavía no tengo muy claro si fue acertado coger Humanidades, tiendo a pensar que no. Pero bueno, supongo que debo quedarme con la gente que conocí y el aprendizaje que llevé. No hice demasiados amig@s y me hubiera gustado tener una vida universitaria, académica y fiestera más activa, pero no lo conseguí. Seguí adelante con cierta abnegación y continuaba con mis refugios videojueguiles y literarios: algunos textitos barruntados en clases aburrifas en Filosofía y Letras (junto con dibujos, no pierdo la afición). Las clases de literatura no fueron tampoco demasiado satisfactorias, pero me quedo con el recuerdo de la lectura de La Regenta, de Un tranvía llamado Deseo o de Pantaleón y las Visitadoras. Mi autoestima mejoraba poco a poco, especialmente en 4º que hice un pequeño grupo de amigos en clase, aunque no salía de marcha que era lo que yo quería. Al menos algo era algo, y seguía subiendo escalones. Siempre tuve por ahí la asignatura de Teoría Literaria, aunque no llegué a terminarla, sé que tengo un puntito de crítico y teórico y aquello me interesaba. Me quedo con eso con las clases de Filosofía de López Sández o el Arte de Pérez Mullet. Luego llegó un bajón con el máster de Patrimonio Histórico, que fue un tropezón gordo más por lo económico y por el tiempo perdido en clases anodinas, que por el aprendizaje. Al menos conocí a un crack, el profesor Moreno Pestaña que me introdujo nociones sociológicas, un tema que también me atrae. Aunque tengo conciencia patrimonial, no fui capaz de hacer un proyecto, me sentí desmotivado, me negué en rotundo y pese a meterme en algún que otro lío con las prácticas ya empezadas, acabé dejando el tema. No podía, yo quería hacer otra cosa. Lo de gestor patrimonial no estaba mal, pero aquella no era la manera y yo quería "tirar tiros" por otro lado. La literatura me seguía rondando como una abeja enamorada. Me sentía muy mal, sin nada que hacer y sin perspectivas. Y entonces llegan los talleres de creación literaria de la UCA de Carmen Moreno y Nieves Vázquez, y la Escuela de Letras Libres, como un milagro, en Chiclana con Miguel Ángel García Argüez. Por fin, podía darle respuesta a esa inquietud, no sabía si seguiría adelante o no, si mucho o poco, pero al menos le daría respuesta a esa necesidad. Aunque fuera una cosa un tanto obsesiva, daba igual, la semilla estaba ahí. Yo no era consciente de nada de eso, sabía que llevaba cosas dentro, cosas importantes y que tenía que sacarlas. Intuía que antes que ser un profesional, tenía que hacer amigos y ser una persona social. Valga el homenaje la foto del cuaderno con los apuntes de la primera clase en la Escuela de Letras Libres: la niña del charré, conceptos de cultura, adjetivos impactantes, el cadáver de la abuela, Auster, Murakami, Pratchet, blogs, cuadernillos y muchas cosas que hacer todavía. En estos años he subido un montón de escalones. En la literatura y en la vida y buena parte es gracias a mis compañer@s y amig@s. Ser feliz es lo que yo quería. Luego ya vendrían las otras cosas. Ser feliz. Es lo que quiero. En ello estoy.





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