viernes, 8 de febrero de 2013

CCCXXXIII



¡Leed el libro! No somos animales. ¡Somos libres!

En esta entrada número 333 del blog, os dejo un vídeo de una novela gráfica que he encontrado en youtube: CCCXXXIII. Si seguís el hilo, veréis una adaptación/traducción al castellano que he hecho de este enigmático e inquietante relato.

Mientras tanto, me pregunto: ¿hasta qué punto es ficticia esta historia?


CCCXXXIII

Autores: Charlene Ngo, Domz Pelayo, Elan Trabucon, Venz Gapasin, Lennin Caragdag, Vic-Ely Lucena, Enrich Sy, Joy Carreras, James Sampan
Adaptación/Traducción: Equilibrista

En un lugar lejano en mitad del mar, se alzaba una  prisión gris y fría. Sus estrechas dimensiones daban frío a los extraños que la vigilaban. Un frío que se pegaba a sus cuerpos y se adentraba en sus corazones.

Y justo en el centro, construyeron una torre cuartel con faro, una luz desgarradora que reclamaba y examinaba cada  punto oscuro. Estos extraños, desconocidos en tierra firme, observaban  cada esquina de la prisión con auto-complaciencia. Dentro del  edificio, había una serie de habitaciones blancas cerradas con números romanos inscritos en la puerta. Había una particularmente blanca con  el llamativo número CCCXXXIII (333). Era igual que las  habitaciones de al lado: había una mesa de plata,  una silla de plata, una mujer con uniforme y doce  personas con trajes blancos.

Un día la mujer estaba leyendo un libro mientras sostenía  un látigo con la mano derecha y mantenía un ojo en los  prisioneros. Estos prisioneros estaban dando vueltas,  encogidos o en los muros, llorando o balbuceando algo  ininteligible. De pronto, se escuchó un forcejeo fuera de  la habitación.

La mujer salió rápidamente, sin darse cuenta de que se le  había caído el libro. Un prisionero empezó a tocarlo, a  olerlo y a morderlo. Al ser incapaz de encontrarle  utilidad, lo lanzó hacia el hombre que estaba sentado en  una esquina. El hombre lo abrió y empezó a contemplar su  interior. De algún modo, recordó lo que significaban  aquellas palabras. Intentaba entender el escrito pero la  puerta se abrió. Rápidamente se guardo el libro bajo en  el traje. La mujer entró alterada y miró a los  prisioneros con ojos  malvados. Sus cara estaba roja, sus  ojos brillaban de fervor y empezó a pegar latigazos a los  prisioneros que estaban cerca. pero entonces sonó la  campana.Sonrió ante su obra y dejó la habitación.

Las luces de la habitación se apagaron a las seis como  todas las noches. Él intentó leer pero entonces una serie  de recuerdos le golpearon. Lloró de angustia mientras  volvían. Él y sus compañeros habían sido torturados. las  imágenes y los sonidos les habían sido arrebatados por  los años que habían estado encerrados en sus asoladas  celdas subterraneas. Desorientaciones sensoriales  extremas y alucinaciones les habían llevado a la  psicosis.

Sabía que tenía que luchar por la libertad de todos. Pero  primero tenía que saber qué les habían arrebatado. Ojeó  las páginas hambriento de cada palabra escrita. Las  palabras volvieron tab rápido como fueron robadas años  atrás. Casi amanecía cuando comprendió lo que tenía que  hacer. Agarró a la persona que tenía más cerca.

-¡Lee libro! No somos animales. ¡Somos libres! -gritaba el hombre.- Ellos malignos. ¡Ellos malignos!

El hombre iba a leer el libro cuando las luces de la  habitación se apagaron.

-Esconder libro. -espetó.

La mujer entró, y azotó su látigo contra todo el que se  levantaba. Él empezó a arrastrar a su compañero hacia una  esquina de la habitación. Pero permaneció en el lugar  señalando y mirando a la mujer con horror. Encolerizada  por esto, la mujer golpeó con fuerza su látigo contra el  hombre.

-¡Para! -gritó el hombre.
-¿Qué acabas de decir? -contestó la mujer.
-¡PARA! -repitió

La mujer estaba sorprendida. Era la primera vez que un  incidente así ocurría. De pronto se acordó del libro.  Sabía que tenía que esconder sus poderes de esa gente.

-¡¿Dónde lo has puesto?!

El hombre intentó resistir pero ella era demasiado fuerte  para su cuerpo débil. Finalmente lanzó el libro rojo al  otro lado de la habitación.

Al coger el libro, ella se dió cuenta horrorizada de que  sólo estaban las tapas rojas. Se volvió corriendo hacia  el hombre. Entonces, él tosió y escupió un trozo de  papel. La mujer se llevó al hombre fuera de la habitación  . Se hizo el silencio. Lo único que se escuchó después  fue el ¡Bang! de una pistola. En las tapas rojas rezaba  el título "Libro del Conocimiento".

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