¡Leed el libro! No somos animales. ¡Somos libres!
En esta entrada número 333 del blog, os dejo un vídeo de una novela gráfica que he encontrado en youtube: CCCXXXIII. Si seguís el hilo, veréis una adaptación/traducción al castellano que he hecho de este enigmático e inquietante relato.
Mientras tanto, me pregunto: ¿hasta qué punto es ficticia esta historia?
CCCXXXIII
Autores: Charlene Ngo, Domz Pelayo, Elan Trabucon, Venz Gapasin, Lennin Caragdag, Vic-Ely Lucena, Enrich Sy, Joy Carreras, James Sampan
Adaptación/Traducción: Equilibrista
En un lugar lejano en mitad del mar, se alzaba una prisión gris y fría. Sus estrechas dimensiones daban frío a los extraños que la vigilaban. Un frío que se pegaba a sus cuerpos y se adentraba en sus corazones.
Y justo en el centro, construyeron una torre cuartel con faro, una luz desgarradora que reclamaba y examinaba cada punto oscuro. Estos extraños, desconocidos en tierra firme, observaban cada esquina de la prisión con auto-complaciencia. Dentro del edificio, había una serie de habitaciones blancas cerradas con números romanos inscritos en la puerta. Había una particularmente blanca con el llamativo número CCCXXXIII (333). Era igual que las habitaciones de al lado: había una mesa de plata, una silla de plata, una mujer con uniforme y doce personas con trajes blancos.
Un día la mujer estaba leyendo un libro mientras sostenía un látigo con la mano derecha y mantenía un ojo en los prisioneros. Estos prisioneros estaban dando vueltas, encogidos o en los muros, llorando o balbuceando algo ininteligible. De pronto, se escuchó un forcejeo fuera de la habitación.
La mujer salió rápidamente, sin darse cuenta de que se le había caído el libro. Un prisionero empezó a tocarlo, a olerlo y a morderlo. Al ser incapaz de encontrarle utilidad, lo lanzó hacia el hombre que estaba sentado en una esquina. El hombre lo abrió y empezó a contemplar su interior. De algún modo, recordó lo que significaban aquellas palabras. Intentaba entender el escrito pero la puerta se abrió. Rápidamente se guardo el libro bajo en el traje. La mujer entró alterada y miró a los prisioneros con ojos malvados. Sus cara estaba roja, sus ojos brillaban de fervor y empezó a pegar latigazos a los prisioneros que estaban cerca. pero entonces sonó la campana.Sonrió ante su obra y dejó la habitación.
Las luces de la habitación se apagaron a las seis como todas las noches. Él intentó leer pero entonces una serie de recuerdos le golpearon. Lloró de angustia mientras volvían. Él y sus compañeros habían sido torturados. las imágenes y los sonidos les habían sido arrebatados por los años que habían estado encerrados en sus asoladas celdas subterraneas. Desorientaciones sensoriales extremas y alucinaciones les habían llevado a la psicosis.
Sabía que tenía que luchar por la libertad de todos. Pero primero tenía que saber qué les habían arrebatado. Ojeó las páginas hambriento de cada palabra escrita. Las palabras volvieron tab rápido como fueron robadas años atrás. Casi amanecía cuando comprendió lo que tenía que hacer. Agarró a la persona que tenía más cerca.
-¡Lee libro! No somos animales. ¡Somos libres! -gritaba el hombre.- Ellos malignos. ¡Ellos malignos!
El hombre iba a leer el libro cuando las luces de la habitación se apagaron.
-Esconder libro. -espetó.
La mujer entró, y azotó su látigo contra todo el que se levantaba. Él empezó a arrastrar a su compañero hacia una esquina de la habitación. Pero permaneció en el lugar señalando y mirando a la mujer con horror. Encolerizada por esto, la mujer golpeó con fuerza su látigo contra el hombre.
-¡Para! -gritó el hombre.
-¿Qué acabas de decir? -contestó la mujer.
-¡PARA! -repitió
La mujer estaba sorprendida. Era la primera vez que un incidente así ocurría. De pronto se acordó del libro. Sabía que tenía que esconder sus poderes de esa gente.
-¡¿Dónde lo has puesto?!
El hombre intentó resistir pero ella era demasiado fuerte para su cuerpo débil. Finalmente lanzó el libro rojo al otro lado de la habitación.
Al coger el libro, ella se dió cuenta horrorizada de que sólo estaban las tapas rojas. Se volvió corriendo hacia el hombre. Entonces, él tosió y escupió un trozo de papel. La mujer se llevó al hombre fuera de la habitación . Se hizo el silencio. Lo único que se escuchó después fue el ¡Bang! de una pistola. En las tapas rojas rezaba el título "Libro del Conocimiento".
Y justo en el centro, construyeron una torre cuartel con faro, una luz desgarradora que reclamaba y examinaba cada punto oscuro. Estos extraños, desconocidos en tierra firme, observaban cada esquina de la prisión con auto-complaciencia. Dentro del edificio, había una serie de habitaciones blancas cerradas con números romanos inscritos en la puerta. Había una particularmente blanca con el llamativo número CCCXXXIII (333). Era igual que las habitaciones de al lado: había una mesa de plata, una silla de plata, una mujer con uniforme y doce personas con trajes blancos.
Un día la mujer estaba leyendo un libro mientras sostenía un látigo con la mano derecha y mantenía un ojo en los prisioneros. Estos prisioneros estaban dando vueltas, encogidos o en los muros, llorando o balbuceando algo ininteligible. De pronto, se escuchó un forcejeo fuera de la habitación.
La mujer salió rápidamente, sin darse cuenta de que se le había caído el libro. Un prisionero empezó a tocarlo, a olerlo y a morderlo. Al ser incapaz de encontrarle utilidad, lo lanzó hacia el hombre que estaba sentado en una esquina. El hombre lo abrió y empezó a contemplar su interior. De algún modo, recordó lo que significaban aquellas palabras. Intentaba entender el escrito pero la puerta se abrió. Rápidamente se guardo el libro bajo en el traje. La mujer entró alterada y miró a los prisioneros con ojos malvados. Sus cara estaba roja, sus ojos brillaban de fervor y empezó a pegar latigazos a los prisioneros que estaban cerca. pero entonces sonó la campana.Sonrió ante su obra y dejó la habitación.
Las luces de la habitación se apagaron a las seis como todas las noches. Él intentó leer pero entonces una serie de recuerdos le golpearon. Lloró de angustia mientras volvían. Él y sus compañeros habían sido torturados. las imágenes y los sonidos les habían sido arrebatados por los años que habían estado encerrados en sus asoladas celdas subterraneas. Desorientaciones sensoriales extremas y alucinaciones les habían llevado a la psicosis.
Sabía que tenía que luchar por la libertad de todos. Pero primero tenía que saber qué les habían arrebatado. Ojeó las páginas hambriento de cada palabra escrita. Las palabras volvieron tab rápido como fueron robadas años atrás. Casi amanecía cuando comprendió lo que tenía que hacer. Agarró a la persona que tenía más cerca.
-¡Lee libro! No somos animales. ¡Somos libres! -gritaba el hombre.- Ellos malignos. ¡Ellos malignos!
El hombre iba a leer el libro cuando las luces de la habitación se apagaron.
-Esconder libro. -espetó.
La mujer entró, y azotó su látigo contra todo el que se levantaba. Él empezó a arrastrar a su compañero hacia una esquina de la habitación. Pero permaneció en el lugar señalando y mirando a la mujer con horror. Encolerizada por esto, la mujer golpeó con fuerza su látigo contra el hombre.
-¡Para! -gritó el hombre.
-¿Qué acabas de decir? -contestó la mujer.
-¡PARA! -repitió
La mujer estaba sorprendida. Era la primera vez que un incidente así ocurría. De pronto se acordó del libro. Sabía que tenía que esconder sus poderes de esa gente.
-¡¿Dónde lo has puesto?!
El hombre intentó resistir pero ella era demasiado fuerte para su cuerpo débil. Finalmente lanzó el libro rojo al otro lado de la habitación.
Al coger el libro, ella se dió cuenta horrorizada de que sólo estaban las tapas rojas. Se volvió corriendo hacia el hombre. Entonces, él tosió y escupió un trozo de papel. La mujer se llevó al hombre fuera de la habitación . Se hizo el silencio. Lo único que se escuchó después fue el ¡Bang! de una pistola. En las tapas rojas rezaba el título "Libro del Conocimiento".
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