En mi fregadero se aferran una raíz de patata que parece una larva de gusano con patas largas, dos trocitos de fideo que forman la sílaba CI, dos granitos de arroz, un trocito de lechuga, dos pedacitos de avecrem, uno grande y otro chico, una taza con un brebaje de agua y café, media burbuja y una balsa de espuma.
En mi fregadero no pasa nada, pero mi fregadero es un mapa inescrutable o una comunidad de vecinos que el azar del fregado ha llevado a vivir juntos.
A mi sofá por debajo le cuelga una barriga de tela.
Las pelusas de colores que viven debajo de mi sofá se quedan las cosas que pierdo.
En el fondo de mi paragüero, hay tres fundas que sus paraguas abandonaron al marcharse de casa. Seguramente se fueron por la crisis porque hay un monedero vacío cargado de polvo. Los paraguas que se quedaron han pedido un menú de macdonalds de goma. También hay una bolita de masilla azul que tal vez usen para pegar pósters o pancartas contra el desahucio.
En el filo de mi espejo hay una partícula de brillantina que se mudó a vivir ahí desde su antigua casa, una guirnalda de navidad.
Si toco el filo de mi espejo veo que tiene la espalda plana, pero si miro el cristal veo que tiene otro filo interior que, por más que lo intento, no puedo palpar.
En el fondo de mi bolso viven mijitas de cosas que yo no sabía que había echado ahí.
En el fondo de mi bolso, un bolígrafo rojo ha hecho a escondidas un graffiti. O no sé si es un dibujo. O un garabato. Es difícil adivinar lo que pintan los bolis cuando no los tienes en las manos.
En la parte de atrás de mi televisor hay una rejilla que deja ver que dentro hay cables y tubos, y una máquina de vapor y cigarras y escaleras y un biombo en el que se cambia de ropa la gente que sale en la parte de delante, y cañerías y trompas de aspiradora y...
Detrás de mi televisor hay una pantalla de cine en la que unos seres diminutos ven la imagen que se ve delante pero invertida. A veces cuando apago los oigo quejarse y lanzar grititos de disgusto.
En el cubo de la basura hay un desfile de modelos que más parece un combate silencioso. Media fresa con pamela de hojas verdes y complemento de monda de naranja rivaliza con una redonda y coqueta rodajita de tomate. Las dos compiten por ver quién tiene el rojo más bonito y llamativo y se lanzan miradas altivas y sucias. Después se vuelven y dedican sonrisas forzadas a su abundante público de miguitas de pan. Ninguna de las dos contaba con una delgada y finísima tira de zanahoria en conserva que hace las delicias del respetable. Entonces las dos modelos miran con cara de asco y se ponen de acuerdo por una vez en pensar lo mismo: "Habráse visto, esa escuchimizada..."
Mi trastero son las catacumbas de los trastos que perdieron su identidad.
En mi trastero viven los refugiados de las persecuciones de las limpiezas.
Mantas, sombrillas, juguetes, cajas y bolsas con trastos van montando una pirámide perfecta en el interior de mi trastero.
Las cosas de mi trastero han ido excavando su lugar en el hueco de la escalera.
Cuando enciendo la luz del trastero los duendes que me quitan las cosas que nunca encuentro, se esconden para que no les vea. No sé que traman con ellas, quizá escapar, quizá acumular esa riqueza.
A la luz de la bombilla del trastero se ve la libertad que esta casa me ha quitado.
En el hueco de la escalera hay un tunel taponado por los tiestos que lleva a una galería subterránea que conecta con algo que ya nadie en mi casa recuerda, pero que cuando éramos niños sabíamos a ciencia cierta. Nadie está seguro pero recordamos haber entrado y llegado lejos, y hay quien dice que un niño se metió por el túnel hasta perderse y no le volvimos a ver. Tampoco recordamos ya quién era.
Quizá una ciudad subterránea, quizá otro mundo, quizá el centro de la tierra, quizá túneles, un hormiguero de tierra por el que circulan personas subterráneas que buscaban la libertad, quizá el camino a las antípodas, quizá un quizá que se perdió de mi boca...
En el trastero del hueco de la escalera, hay muchas historias que voy a escribir.
(Ejercicio de la ELL y fotos mías)
En mi fregadero no pasa nada, pero mi fregadero es un mapa inescrutable o una comunidad de vecinos que el azar del fregado ha llevado a vivir juntos.
A mi sofá por debajo le cuelga una barriga de tela.
Las pelusas de colores que viven debajo de mi sofá se quedan las cosas que pierdo.
En el fondo de mi paragüero, hay tres fundas que sus paraguas abandonaron al marcharse de casa. Seguramente se fueron por la crisis porque hay un monedero vacío cargado de polvo. Los paraguas que se quedaron han pedido un menú de macdonalds de goma. También hay una bolita de masilla azul que tal vez usen para pegar pósters o pancartas contra el desahucio.
En el filo de mi espejo hay una partícula de brillantina que se mudó a vivir ahí desde su antigua casa, una guirnalda de navidad.
Si toco el filo de mi espejo veo que tiene la espalda plana, pero si miro el cristal veo que tiene otro filo interior que, por más que lo intento, no puedo palpar.
En el fondo de mi bolso viven mijitas de cosas que yo no sabía que había echado ahí.
En el fondo de mi bolso, un bolígrafo rojo ha hecho a escondidas un graffiti. O no sé si es un dibujo. O un garabato. Es difícil adivinar lo que pintan los bolis cuando no los tienes en las manos.
En la parte de atrás de mi televisor hay una rejilla que deja ver que dentro hay cables y tubos, y una máquina de vapor y cigarras y escaleras y un biombo en el que se cambia de ropa la gente que sale en la parte de delante, y cañerías y trompas de aspiradora y...
Detrás de mi televisor hay una pantalla de cine en la que unos seres diminutos ven la imagen que se ve delante pero invertida. A veces cuando apago los oigo quejarse y lanzar grititos de disgusto.
En el cubo de la basura hay un desfile de modelos que más parece un combate silencioso. Media fresa con pamela de hojas verdes y complemento de monda de naranja rivaliza con una redonda y coqueta rodajita de tomate. Las dos compiten por ver quién tiene el rojo más bonito y llamativo y se lanzan miradas altivas y sucias. Después se vuelven y dedican sonrisas forzadas a su abundante público de miguitas de pan. Ninguna de las dos contaba con una delgada y finísima tira de zanahoria en conserva que hace las delicias del respetable. Entonces las dos modelos miran con cara de asco y se ponen de acuerdo por una vez en pensar lo mismo: "Habráse visto, esa escuchimizada..."
Mi trastero son las catacumbas de los trastos que perdieron su identidad.
En mi trastero viven los refugiados de las persecuciones de las limpiezas.
Mantas, sombrillas, juguetes, cajas y bolsas con trastos van montando una pirámide perfecta en el interior de mi trastero.
Las cosas de mi trastero han ido excavando su lugar en el hueco de la escalera.
Cuando enciendo la luz del trastero los duendes que me quitan las cosas que nunca encuentro, se esconden para que no les vea. No sé que traman con ellas, quizá escapar, quizá acumular esa riqueza.
A la luz de la bombilla del trastero se ve la libertad que esta casa me ha quitado.
En el hueco de la escalera hay un tunel taponado por los tiestos que lleva a una galería subterránea que conecta con algo que ya nadie en mi casa recuerda, pero que cuando éramos niños sabíamos a ciencia cierta. Nadie está seguro pero recordamos haber entrado y llegado lejos, y hay quien dice que un niño se metió por el túnel hasta perderse y no le volvimos a ver. Tampoco recordamos ya quién era.
Quizá una ciudad subterránea, quizá otro mundo, quizá el centro de la tierra, quizá túneles, un hormiguero de tierra por el que circulan personas subterráneas que buscaban la libertad, quizá el camino a las antípodas, quizá un quizá que se perdió de mi boca...
En el trastero del hueco de la escalera, hay muchas historias que voy a escribir.
(Ejercicio de la ELL y fotos mías)
2 comentarios:
el mundo paralelo...es muy interesante
Ese muindo es tu mundo, visto con tus maravillosos ojos de gran artista!!!
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