martes, 12 de marzo de 2013

Rastros en la Niebla XI: Sonríe Cloud Sprite

Cada vez que Cloud Sprite paseaba por Newport huyendo de una de sus cíclicas depresiones, sonreía. 

Sonreía aún cuando caía con persistencia una lluvia fina y terca. Sonreía dejándose envolver por una bruma de sorda felicidad que acababa ocultando sus penurias. Sonreía mirándose los zapatos al pisotear las losas mojadas de las largas avenidas. Sonreía al mirar los rostros alegres en las bocaterías llenas de chicos y chicas de su edad. A sus 28 años, se sentía un poco menos viejo que de costumbre. Aquella ciudad era tan diferente a Puerto Viejo donde no vivía nadie de su misma edad. Sonreía también al contemplar el espectáculo de luces, colores y música de la fuente en Bigspring Ass, ese que por efecto de la rutina pasaba ya totalmente desapercibido para sus ciudadanos. Los paraguas de los paseantes parecían, vistos por Cloud desde lejos, flotadores de colores que bailaban al son de la música. Aquel día justo cuando la melodía terminó, un autobús de Rich Travels que venía del muelle bufó sonoramente, lo que al muchacho le pareció un grande finale para aquel número que la ciudad componía sólo para él. Cloud sonreía incluso ante aquel loco de la estación que cantaba en un idioma inventado, a medias entre el inglés, el español y una imitación infantil del árabe.

Cuando subía al autobús de vuelta, Cloud comprobaba que el territorio de Newport terminaba justo en ese umbral. Más concretamente en la cara de pocos amigos del conductor que despachaba mecánicamente uno a uno a los viajeros. Entonces Cloud dejaba de oír la vocecilla aleteante de la felicidad. Se ponía serio, buscaba un asiento, perdía la mirada en la ventanilla, Puerto Viejo en el horizonte. Con un dedo pintaba en el vaho dos ojos y una amplia sonrisa.



Imágenes llovidas aquí y aquí.

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