domingo, 23 de octubre de 2011

El Ojo de Buey (parte 2 de 3)

Patricia era diferente. Le decía así por parecerle ese nombre musical, porque casaba con ella. Viajaba sola, como él, en un camarote pequeño, como el suyo. Recordó los días que había pasado observándola. Vestía en seda por las noches y se sentaba en la cama pensativa. El pecho le sacudió y los pantalones le apretaron. Imagino que quizás huyera del mundo en que vivía, buscando el amor o una aventura, o quisiera escapar del ruido de la ciudad. Muchas veces ella miraba al mar con una suave sonrisa a través de su ojo de buey, y él veía su cara justo enfrente, y se sentía como un enamorado. Esa mañana, la vio recoger un pintalabios de la mesita y echarse perfume. Abrió la puerta detrás de la cual esperaba un tipo. Maldijo. Se sacudió sus películas de la cabeza.

Siguió su paseo, parándose unos segundos en otros camarotes sin ver nada que le pareciera interesante. Alguien venía a recoger unas llaves olvidadas, otros iban al baño. Entonces reparó en una persona nueva.

Estaba en un camarote que no recordaba haber visto nunca, quizá porque había estado vacío. Puso las maletas en la cama y empezó a abrirlas. Nada fuera de lo común, realmente, sólo que vestía de negro por completo, algo extraño para aquel tipo de viaje. Roberto iba a mirar a otro lado cuando el hombre sacó de la maleta unos planos. Los desplegó sobre la mesa que estaba bajo el ojo de buey, igual que en su camarote. Se fijó en la cara de facciones duras, con el bigote y las cejas poblados. Se puso unas gafas y empezó a analizar los planos detenidamente. Roberto imaginó que era un arquitecto famoso que diseñaba el edificio de un museo para otro país. Quizá era un arqueólogo excéntrico en busca de una reliquia perdida. Sacó un rotulador y trazó varias líneas. Parecía estar elaborando un plan. A Roberto se le ocurrió ponerle Mr. Jameson.

Entonces llamaron a la puerta del camarote. Roberto se esforzó por regresar a la inmediatez de la habitación. Tenía la misma sensación que cuando se pasa de un lugar oscuro a otro muy iluminado. Era el mozo que traía el desayuno. Se llevó la bandeja de la noche anterior y se fue. Roberto volvió con el nuevo pasajero. Al verlo, la cara se le contrajo y la sangre se le frenó en las venas. Portaba una navaja terrible y la miraba sonriendo, con gula, sosteniéndola con un puño y con la yema del dedo índice de la otra mano sobre la punta. Llevaba puestos guantes negros de cuero. Después, guardó la navaja en el maletín, levantó la mirada y se fijo en el ojo de buey de su camarote. Lo inspeccionó en todos sus puntos, hasta que su mirada quedó enfrentada a la de Roberto manteniéndola así durante unos segundos. Entonces, su rostro mostró una media sonrisa, como la de ese personaje de los cuadros que mira directamente al espectador. Luego volvió a los planos. Mientras los plegaba, Roberto se fijó en un nombre que estaba escrito en grande: Olimpo. El nombre del barco en que estaban subidos. El extraño lo devolvió todo a la maleta y la escondió en un armario bajo unas sábanas. Abrió la puerta del camarote, miró a izquierda y derecha. Antes de salir, devolvió una última mirada, gélida, al ojo de buey.

Roberto estaba trémulo. Logró ir al baño y se enjuagó la cara. Miró sus manos, intentó controlarlas. Se preguntó si había visto un asesino. Recordó su mirada fija en él. Incluso se le ocurrió que él también podía verle. Se llamó estúpido. ¿Y cómo había podido burlar a la seguridad del barco? Se preguntó si sus sentidos le engañaban. Regresó a la mesa. Hizo un esfuerzo por desayunar. Las tostadas no querían bajar al estómago.

Pasó el día derrumbado sobre el escritorio, sin poder moverse. Su imaginación intentaba explicar lo que había visto por la mañana en el ojo de buey. Quizá ese hombre había robado los planos y pretendía causar un sabotaje, quizá era una venganza contra alguien de la tripulación. O quizá iba a cometer un crimen contra algún viajero. Podían ser los Smith, o su querida Patricia. 

(CONTINUARÁ...)

Imágenes:
- …su sonrisa, pulida por el orujo, reflejaba su brillo en las botellas polvorientas… http://ilustra.tobe-continued.com/proposal/su-sonrisa-pulida-por-el-orujo-reflejaba-su-brillo-en-las-botellas-polvorientas/

2 comentarios:

genialsiempre dijo...

Me gusta mucho....quiero más

Equilibrista dijo...

Me alegro :)

La primera parte está más abajo, la tercera la pondré en unos días.

Si lo escribiera en la actualidad, creo que sería bastante distinto, mejor narrado. Pero bueno estuvo bien escribirlo en su día :)

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