Dicen que hay caricias que dan vida. Shinji Sensei acaricia la cuerda de yute con la delicadeza del loto sobre el agua. Se detiene en cada nudo como una obra de artesanía. Todo debe tener la tensión precisa y el número de giros adecuados. Siento cómo las cerezas maduran cuando mis nalgas enrojecen ligeramente y una gota recorre mis piernas. Shinji Sensei termina de ajustar las perlas con la parsimonia de un jardinero zen. En el momento en que retoca el cordel del centro, mis pezones se ponen erectos.
Jamás me había sentido tan llena de vida al sentir el roce de las hebras. Igual que un titiritero, las cuerdas son como prolongaciones de sus dedos. Dejo de sentirme una persona y paso a ser una energía, un caos acelerado y ardiente, al que sólo Shinji sensei puede otorgar el freno de la armonía. Cuando compone con las cuerdas, no le importa nada alrededor, es como un ingeniero universal que se abstrae de todas las cosas para trazar su preciada figura. Entre cabo y cabo las cuerdas son como los hilos invisibles que unen las constelaciones.
Entonces, con sólo un movimiento, Shinji Sensei tira del cabo principal y la presión empieza a aumentar. Dicen que cerca de la muerte hay un placer incomparable a los demás. Cuando la sangre se emborrona, cuando los miembros se aletargan, cuando el oxígeno empieza a faltar, entonces… yo me corro.
Dicen que hay caricias que matan. Si la muerte es así de dulce, quiero morir por las caricias de Shinji Sensei. Mi traje para la ceremonia sólo estará hecho de cuerdas.
Jamás me había sentido tan llena de vida al sentir el roce de las hebras. Igual que un titiritero, las cuerdas son como prolongaciones de sus dedos. Dejo de sentirme una persona y paso a ser una energía, un caos acelerado y ardiente, al que sólo Shinji sensei puede otorgar el freno de la armonía. Cuando compone con las cuerdas, no le importa nada alrededor, es como un ingeniero universal que se abstrae de todas las cosas para trazar su preciada figura. Entre cabo y cabo las cuerdas son como los hilos invisibles que unen las constelaciones.
Entonces, con sólo un movimiento, Shinji Sensei tira del cabo principal y la presión empieza a aumentar. Dicen que cerca de la muerte hay un placer incomparable a los demás. Cuando la sangre se emborrona, cuando los miembros se aletargan, cuando el oxígeno empieza a faltar, entonces… yo me corro.
Dicen que hay caricias que matan. Si la muerte es así de dulce, quiero morir por las caricias de Shinji Sensei. Mi traje para la ceremonia sólo estará hecho de cuerdas.
2 comentarios:
Cuidado David, se empieza así y se termina vistiendo cueros y látigos...
El texto muy bueno, me gustó. pero eso ya lo supondrías tú
Gracias Jose María. No sé yo si llegaría a ese tipo de prácticas extremas jajaja Aunque sí puede que alguna vez me disfrace de Catwoman xD
Publicar un comentario