Este es mi relato para el cuadernillo de la Escuela de Letras Libres 2012: Fantasmas - Abre la puerta de tus errores, que sale a la luz hoy mismo. Espero que os guste!
En el centro del vacío hay otra fiesta
(Roberto Juarroz)
(Roberto Juarroz)
La música retumbaba en los pasillos de El Laberinto como latidos de un titán epiléptico. Las luces de colores chillones como sirenas despechadas teñían en las paredes los relieves de David Bowie, Lady Gaga, Queen y Pacman. En algún lugar de aquel pub underground vivía el monstruo sobre el que circulaban terribles y obscenas leyendas, la bestia con la que Teseo debía batirse. Pero en aquel momento sólo una cosa ocupaba la mente del héroe: desaguar los cuatro Red Bull que había tomado en la barra. “Al fondo, a la derecha” había dicho el barman con una sonrisilla de fauno en celo.
Horas antes, en el pórtico, el mensajero Fedéxeles había entregado a Teseo una pastilla junto a un pergamino que rezaba: “Muxa shuerte Tesi, guardala bien cariñín. te dara fuersas torito. bss, Ari”. Pese a que sólo conocía a su prometida por las poco tentadoras inscripciones de su muro de Facebook, el joven héroe se dispuso a cumplir su deber con disciplina espartana. Ocurría que los dracmas no colmaban las bolsas de la aristocracia heroica como años ha. La familia de Teseo había consultado al oráculo Standard and Poor’s que recomendó recurrir con premura a la mezcla de sangres. Las correrías con efebos y ninfas en el Parnaso Hill darían paso a la aburrida y rutinaria vida del matrimonio concertado.
Los pasillos se retorcían como las tripas de una gorgona cornuda y la música de DJ Orfeo nublaba los oídos. De vez en cuando Teseo se cruzaba con sátiros fantasmones que pululaban por El Laberinto: “¿Dónde vas, ojitos de Olimpo?”, espetó uno. “Cuidadito con la espada del monstruo”, dijo otro. Pero Teseo no oía, no podía oír. Agotado por la carrera, al fondo de un largo pasillo en espiral, el héroe tuvo ante sí lo que tanto buscaba. Se desabrochó la bragueta y la lluvia de Zeus manó en catarata. Mas no tuvo tiempo para recrearse en aquel placer divino. Un estruendo salido del intestino de Hades hizo temblar el suelo, las musas callaron en los altavoces, una fantasmal presencia invadió el aire. Enfrente estaba el enemigo al que Teseo debía vencer como prueba de valor para desposar a su prometida. De un súbito impulso, el héroe se llevó la pastilla a la boca y se la tragó.
Pero las moiras graffiteaban un final impensado. Al contemplar la figura de la bestia prohibida, sus esbeltos músculos, su poderoso rostro, el gracioso lunar que tenía en el cuello junto al cuerno derecho, el tatuaje de los Bulls en el hombro, Teseo quedó instantáneamente enamorado. Con las nuevas fuerzas que le brindó la pastilla sedujo al engendro que se entregó como una ménade borracha de daiquiris. El dueño de El Laberinto destapó una pasión que haría morir de envidia al mismo Eros, un deseo arcano que ni el círculo de los Wikípedes sabría describir. Cuentan los aedos que del polvo cósmico que brotó de ese fogoso amor nació la constelación TAURITÓN, y que hasta el Olimpo llegaron los sollozantes mugidos de la princesa Ariadna.
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