Esta es una secuela o nueva aventura de Rumpelstiltskin que se me ocurrió escribir después de encontrar el cuento original. Está inacabada, no creo que la repesque para terminarla, pero ¿quién sabe? Quizá el enano me visite un día y me dé poderes para convertir el papel higiénico en best sellers xD
Había una vez un joven príncipe que en un castillo grande y lujoso. Era guapo y fuerte y tenía todo el oro y las joyas que podía desear. Desde pequeño había tenido cuanto quería. A su castillo acudían mujeres casamenteras de todo el reino. Pero el príncipe se cansaba de ellas y acababa abandonándolas. Se marchó del país en busca de aventuras. Visitó cortes extranjeras, luchó contra gigantes y demonios en bosques remotos. Pero, el príncipe tenía el ejército más poderoso y fácilmente acababa con todos los enemigos que aparecían a su paso. La victoria era sencilla y el príncipe se aburría de aquellas batallas. Volvió a su corte y entonces llamó a sus consejeros para que buscaran algún placer que le sorprendiera y que nunca hubiera experimentado, para así poder ser feliz. A quien lo lograra le recompensaría cuantiosamente. Pronto, el castillo empezó a llenarse de gentes venidas de todo el mundo que le mostraban los espectáculos más fascinantes que jamás hayáis podido imaginar, hombres que caminaban sobre el fuego, serpientes gigantes, terribles fieras, increíbles máquinas de acero, mujeres de tal belleza que provocaban la ceguera en quien las veía. Pero nada de aquello le satisfacía. El príncipe seguía aburrido.
Al llegar la noche, el príncipe enfureció, y mandó a todos que se fueran de allí. Aún había una fila de gentes y animales que bordeaban todo el castillo. El príncipe se retiró a su cuarto. Al caer la noche, el príncipe decidió marcharse solo para buscar algo que le hiciera feliz. Cavilando la forma de hacerlo estaba, cuando su cólera aumentó aún más. Se dio cuenta que no podría escapar de allí sólo. Si se marchaba por la puerta principal, los guardias le verían. Si les ordenaba que le dejasen sólo, ellos le acabarían siguiendo para que nada le ocurriese. Pensó escapar por la ventana, deslizándose con una cuerda por la pared, pero no se le ocurría forma de superar el obstáculo que suponía la muralla, custodiada por guardias por todas partes. Era imposible salir de allí, sin que alguien se diera cuenta. Entró en cólera, empezó a vociferar, a dar golpes, tomó su espada y empezó a batallar con la almohada y las cortinas. En estas, cayó un jarrón al suelo y mágicamente de él salió un pequeño duende. Ante el asombro del príncipe, el duende dijo:
- ¿Qué es lo que te ocurre alborotador, arrogante pillastre? ¿Cómo osas interrumpir mi sueño de esta manera?
- ¿Y cómo osas tú hablar de esa manera a un príncipe? Si ahora lo deseara podría aplastarte o llamaría a mis guardias para que te cortaran en pedazos y te echaran en la sopa.
- Eso crees. De verdad que eres un arrogante y un mendrugo. Pero bueno, decidme, ¿qué es lo que os preocupa para montar tanto alboroto?
- No sé porque debería contárselo a un ser inmundo.
- De verdad que eres un arrogante y un altanero. Yo puedo ayudaros.
- ¿Vos? Está bien. Lo que me ocurre es que no encuentro la forma de ser feliz. Han pasado por mi corte las más bellas mujeres, los espectáculos más maravillosos, he arrasado países enteros, he matado a monstruos de cien cabezas con mi ejército, pero nada de eso me satisface. Por eso quiero escapar de este castillo para vivir por mi cuenta, y encontrar la felicidad.
- ¿Qué es lo que te ocurre alborotador, arrogante pillastre? ¿Cómo osas interrumpir mi sueño de esta manera?
- ¿Y cómo osas tú hablar de esa manera a un príncipe? Si ahora lo deseara podría aplastarte o llamaría a mis guardias para que te cortaran en pedazos y te echaran en la sopa.
- Eso crees. De verdad que eres un arrogante y un mendrugo. Pero bueno, decidme, ¿qué es lo que os preocupa para montar tanto alboroto?
- No sé porque debería contárselo a un ser inmundo.
- De verdad que eres un arrogante y un altanero. Yo puedo ayudaros.
- ¿Vos? Está bien. Lo que me ocurre es que no encuentro la forma de ser feliz. Han pasado por mi corte las más bellas mujeres, los espectáculos más maravillosos, he arrasado países enteros, he matado a monstruos de cien cabezas con mi ejército, pero nada de eso me satisface. Por eso quiero escapar de este castillo para vivir por mi cuenta, y encontrar la felicidad.
El duende pensó por unos segundos y contestó:
- Está bien. Os ayudaré. Pero recordad, una cosa, en el futuro nos volveremos a encontrar y sólo podré ofreceros mi ayuda dos veces más.
El príncipe dudó que aquello fuera posible, y pensó que no necesitaría jamás de la ayuda de aquella inmunda criatura. Así aceptó y pidió al duende que le dijera cómo escapar del castillo sin ser visto...
(¿CONTINUARÁ?)
- Está bien. Os ayudaré. Pero recordad, una cosa, en el futuro nos volveremos a encontrar y sólo podré ofreceros mi ayuda dos veces más.
El príncipe dudó que aquello fuera posible, y pensó que no necesitaría jamás de la ayuda de aquella inmunda criatura. Así aceptó y pidió al duende que le dijera cómo escapar del castillo sin ser visto...
(¿CONTINUARÁ?)
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